El Intercambio de Auras



En un pequeño vecindario de Buenos Aires, Juan y Lucía eran dos grandes amigos. Cada uno tenía su propia energía especial. Juan era un niño curioso y lleno de ideas, mientras que Lucía era creativa y siempre pensaba en nuevas formas de jugar.

Un día soleado, decidieron encontrarse en el parque. Mientras jugaban al fútbol, Juan observó cómo Lucía tenía un aura brillante y colorida. "¡Lucía! ¿Por qué tu aura brilla tanto hoy?" - preguntó Juan, intrigado.

"No sé, Juan. Tal vez sea porque estoy muy feliz de jugar contigo. Cada vez que compartimos un rato juntos, siento que mi energía crece" - respondió Lucía, sonriendo.

Juan pensó que era una idea interesante. "Y si jugamos a algo en lo que podamos compartir aún más nuestra energía... ¿Qué te parece?" - sugirió. Lucía asintió emocionada.

Decidieron inventar un nuevo juego que llamaron "La Carrera de Auras". La idea era que cada uno debía intentar hacer que la energía del otro brillara tanto como fuera posible. .

Así comenzaron a correr y saltar, riendo mientras hacían movimientos creativos. Cada vez que Juan hacía una acrobacia, Lucía aplaudía, lo que hacía que su aura se iluminara aún más. Y cada vez que Lucía giraba y bailaba, Juan no podía evitar unirse a ella, sintiendo su energía vibrar.

De repente, mientras jugaban, un grupo de niños se les acercó. "¿Qué están haciendo ustedes?" - preguntó uno de ellos.

"Estamos compartiendo nuestras energías en la Carrera de Auras!" - exclamó Lucía. "¿Quieren unirse?" - Los nuevos amigos no dudaron.

Al instante, todos comenzaron a participar, moviéndose al ritmo de la música que la naturaleza les ofrecía. Cuantos más se unían, más coloridas se volvían sus auras. La risa y la felicidad envueltas en cada giro y salto aumentaban la energía, creando un espectáculo maravilloso.

Sin embargo, en medio de la diversión, un niño llamado Diego, que había llegado tarde, se sintió un poco triste porque pensaba que no podría unirse al juego. "¡Mis amigos ya no me quieren!" - se lamentó.

Juan, al verlo, se acercó. "Diego, ¿por qué no intentás jugar con nosotros? ¡Tenemos mucha energía para compartir!" - sugirió. Lucía se unió a Juan. "¡Sí! Vení, tu aura también puede brillar con nosotros!" -

Diego dudó un momento, pero al ver que sus nuevos amigos estaban dispuestos a incluirlo, decidió unirse. Al poco tiempo, su aura comenzó a brillar y su risa resplandecía con la energía compartida.

Fue entonces que ocurrió algo mágico. Cuando todos se unieron en un gran círculo, sus auras comenzaron a entrelazarse, creando un arcoíris de colores que iluminó todo el parque. "¡Mirá eso!" - exclamó Lucía, maravillada.

El arcoíris de auras había llamado la atención de todos los que pasaban por el parque, quienes se detenían a observar la alegría del grupo.

Cuando el sol comenzó a esconderse, y la luz dorada del atardecer empezó a envolver el parque, Juan se dio cuenta de algo muy especial. "Cuando compartimos nuestra energía, no solo llenamos nuestras auras, sino que también hacemos que la de los demás brille más. ¡Es como un regalo!" -

"Sí, Juan! Cada uno de nosotros tiene algo único para contribuir. Cuantos más somos, más hermosa es la luz que compartimos" - aseguró Lucía, mientras todos aplaudían emocionados.

Así, ese día no solo aprendieron a jugar y compartir su energía, sino que también descubrieron lo poderoso que puede ser trabajar juntos y cómo la amistad puede iluminar el mundo que los rodea.

Desde aquel día, decidieron que al menos una vez a la semana jugarían su Carrera de Auras para seguir compartiendo la alegría y la energía de sus amistades. Y aunque cada uno retornaba a sus casas, sabían que llevaban consigo un pedacito de la alegría y el brillo de los demás dentro de sus corazones.

FIN.

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