El Invierno de la Amistad



Era un día frío en Buenos Aires. Los árboles de la Avenida de Mayo estaban cubiertos de hojas amarillas, y la ciudad parecía envuelta en un manto de escarcha. A pesar del frío, un grupo de amigos se reunió en la plaza para jugar. Estaban Sofía, Martín, Lucas y Aurora, y tenían un plan en mente: construir el mejor muñeco de nieve que la ciudad hubiera visto.

"¡Vamos!" - gritó Sofía, con entusiasmo. "Hoy vamos a hacer el muñeco de nieve más grande del mundo".

Los amigos empezaron a recolectar nieve que caía de los árboles y colocaron la nieve en un montón. Pero pronto se dieron cuenta de que la nieve era muy escasa.

"No hay suficiente nieve para hacer un muñeco enorme" - se quejó Martín, frotándose las manos para calentarse. "Esto va a ser imposible".

"No te desanimes, Martín" - dijo Aurora, que siempre tenía una solución a cualquier problema. "Podemos usar ramas y hojas para darle forma. ¡El muñeco de nieve será único!".

Los amigos se pusieron manos a la obra. Mientras acumulaban nieve, Lucas encontró una vieja bufanda roja tirada en el suelo.

"Miren lo que encontré!" - exclamó Lucas, mostrando la bufanda. "¡Podemos usarla para vestir al muñeco!".

"Es perfecta para que no pase frío" - rió Sofía. "Vamos a hacerle un sombrero también".

Con el paso de las horas, el muñeco tomó forma. Usaron piedras para los ojos, una zanahoria como nariz y la bufanda roja le daba un toque especial. A medida que trabajaban, comenzaron a compartir historias y risas sobre las aventuras pasadas.

"¿Se acuerdan de cuando intentamos hacer un iglú en el patio de mi casa?" - preguntó Martín, recordando una divertida anécdota. "Fue un desastre, pero nos reímos mucho".

"Sí, y nos dimos cuenta de que no teníamos ni idea de cómo construir uno" - dijo Aurora entre risas. "Pero eso es lo que hace que las memorias sean especiales".

Finalmente, su muñeco de nieve estaba listo. Miraron su creación y se sintieron orgullosos. Pero algo extraño pasó: un fuerte viento sopló y arrancó la bufanda del muñeco. La bufanda voló, ¡hasta caer en el canal!"¡Oh no!" - gritó Lucas, alarmado. "¡La bufanda se va!".

Sin pensarlo dos veces, Martín corrió tras la bufanda. Sin embargo, el viento continuaba, y él se deslizó por el hielo que cubría parte de la vereda.

"¡Cuidado!" - gritó Sofía, mientras todos los amigos se apretaban las manos, temerosos.

Pero Martín logró levantarse y, como en una serie de aventuras, alcanzó la bufanda justo a tiempo.

"¡Lo logré!" - exclamó, sosteniéndose la bufanda en alto como un trofeo. "¡La bufanda es mía!".

Los amigos lo miraron con admiración, pero también rieron al ver lo chorreante de su atuendo, cubierto de nieve por la caída.

"¡Sos un héroe, Martín!" - dijo Aurora, mientras lo abrazaba. "Aunque creo que ahora estás más helado que el muñeco de nieve".

Todos rieron, y decidieron ir a tomar algo caliente a la cafetería. Mientras caminaban, se dieron cuenta de que la verdadera magia no estaba solo en el muñeco de nieve, sino en cómo cada uno de ellos había contribuido a su creación y a la diversión del día.

"La próxima vez hagamos algo en casa, quizás una tarde de manualidades" - sugirió Lucas.

"O un campamento en el patio... con chocolate caliente y mantas, ¿qué les parece?" - propuso Sofía con una sonrisa.

Desde ese día, cada invierno en Buenos Aires se convirtió en una celebración de su amistad. Se dieron cuenta de que, aunque había frío afuera, cada vez que estaban juntos, su corazón se llenaba de calor y risas.

Así fue como un día de invierno se transformó en un recuerdo inolvidable, donde los amigos aprendieron que no importa si hay poco o mucho, lo importante es compartir momentos sencillos pero significativos con aquellos a quienes queremos.

FIN.

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