El invierno solidario de Jaia y Sofía
Había una vez una niña llamada Jaia, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas nevadas. Era invierno y todos los niños del lugar se divertían jugando con la nieve.
Jaia era muy curiosa y siempre buscaba nuevas formas de divertirse. Un día, mientras observaba desde su ventana a los demás niños construir muñecos de nieve y deslizarse por las colinas con sus trineos, decidió que también quería unirse a la diversión.
"¡Mamá, papá! Quiero jugar en el invierno como los otros niños", exclamó Jaia emocionada. Sus padres sonrieron al escucharla y le dijeron: "Claro, cariño. Pero recuerda abrigarte bien".
Jaia se puso su abrigo más cálido, sus guantes y bufanda antes de salir a explorar el mundo invernal. Caminó hacia el parque donde todos los niños jugaban y se encontró con su amiga Sofía. "¡Hola Jaia! ¿También quieres jugar en la nieve?", preguntó Sofía entusiasmada.
"Sí, pero no sé qué hacer", respondió Jaia algo desanimada. Sofía sonrió y le dijo: "No te preocupes, puedo enseñarte algunas actividades divertidas". Las dos niñas comenzaron a construir muñecos de nieve juntas. Hicieron uno grande con una zanahoria como nariz y ojos hechos de piedras brillantes.
Luego se lanzaron bolas de nieve entre ellas, riendo sin parar. Pero mientras jugaban, vieron algo extraño en un rincón del parque. Era un pequeño pajarito temblando de frío. "¡Pobrecito! - exclamó Jaia preocupada-.
No puede volar porque se ha enfriado mucho". Jaia y Sofía se acercaron al pájaro y lo envolvieron delicadamente en una bufanda para mantenerlo caliente. Decidieron llevarlo a casa de Jaia para cuidarlo hasta que pudiera volar nuevamente.
Mientras el pájaro estaba en su casa, Jaia y Sofía decidieron hacerle compañía jugando dentro. Construyeron un fuerte con mantas y almohadas, donde podían esconderse y contar historias emocionantes. Pasaron días divirtiéndose juntas, pero el pájaro aún no estaba listo para volar.
Entonces, Jaia tuvo una idea brillante. "Sofía, ¿qué tal si construimos un nido para el pájaro? Así estará más cómodo mientras espera a que sus alas sanen", propuso Jaia emocionada.
Las dos niñas buscaron ramitas secas y hojas caídas en el bosque cercano. Con mucha paciencia, construyeron un hermoso nido cerca de la ventana de Jaia, donde podrían ver al pajarito todos los días. Finalmente, llegó el día en que las alas del pájaro estaban completamente curadas.
Jaia y Sofía abrieron la ventana del dormitorio y vieron cómo el pequeño pajarito salió volando feliz hacia el cielo azul. "¡Lo logró! - gritaron las niñas emocionadas- ¡Nuestro amigo está libre!".
Jaia aprendió que el invierno no solo era divertido para jugar, sino también una oportunidad para ayudar a otros seres vivos. A partir de ese día, Jaia y Sofía buscaron maneras de hacer el invierno más cálido y especial para todos.
Y así, cada invierno, Jaia y Sofía construían nidos para las aves que no podían volar y recolectaban alimentos para los animales del bosque.
Siempre encontraban nuevas formas de cuidar de la naturaleza y recordaban que la amistad y la solidaridad eran igualmente importantes durante todas las estaciones del año.
FIN.