El Jardín de Ana Clara
En un pequeño barrio de Buenos Aires, había una niña llamada Ana Clara. Ella amaba tres cosas por sobre todas las demás: jugar, los pajaritos del jardín y su travieso gatito llamado Tico.
Un día soleado, Ana Clara decidió que quería tener un día especial lleno de diversión. Así que salió al jardín, donde cantaban los pajaritos. Al mirar hacia arriba, observó que había varios pajaritos colibríes que revoloteaban alrededor de las flores.
"¡Mirá, Tico!" - exclamó Ana Clara, señalando a los colibríes "¡Son tan hermosos! ¡Vamos a jugar con ellos!"
Tico, con sus grandes ojos curiosos, movió su cola en respuesta.
"Pero siempre se esconden cuando te acercás demasiado, ¿no?" - dijo Ana Clara, recordando que sus amigos emplumados eran un poco tímidos.
"¡Ya sé!" - lanzó la idea Ana Clara, brillante como el sol "Voy a hacer un juego. Voy a hacer volar mis propios pajaritos."
Ana Clara corrió hacia su caja de manualidades y sacó papel de colores, pegamento y tijeras. Comenzó a crear unos pajaritos de papel, uno por uno. Tico, curioso, se sentó al lado y la observó.
Después de un rato, Ana Clara tenía un colorido grupo de pajaritos de origami. Anhelaba verlos volar como sus amigos reales. Así que, con cuidado, los llevó al patio.
"Ahora, Tico, los lanzamos al aire y vemos si vuelan" - dijo emocionada.
"¡Una, dos, tres!" - contó Ana Clara, lanzando los pajaritos al cielo. Pero, en lugar de volar, los pajaritos de papel cayeron al suelo, desparramándose a su alrededor.
"¡Oh, no!" - se lamentó Ana Clara, observando los pajaritos en el suelo. "Quizás no volaron como esperaba, Tico."
Tico, tratando de consolarla, se acercó y apoyó su cabeza en su pierna, mirándola con ternura.
"No te preocupes, Tico. ¡Podemos intentar otra cosa!" - dijo decidido Ana Clara.
Esa tarde, Ana Clara y Tico jugaron a un nuevo juego: hicieron una carrera. Ana Clara corrió mientras Tico la seguía saltando y corriendo por el jardín. Cuando se cansaron, se sentaron en la sombra de un árbol, con una rica merienda que había preparado su mamá.
Mientras comían galletitas, Ana Clara miró hacia arriba y vio cómo los pajaritos reales volaban en círculos. Entonces tuvo una idea brillante: comenzó a imitar sus trinos.
"¡Tico, ¡escuchá!" - dijo Ana Clara, tratando de imitar los sonidos de los pajaritos "¡Quiero que vengan a jugar con nosotros!"
Primero, Tico la miró con confusión, pero luego se unió a ella, maullando suavemente, como si tratara de cantar también. Poco a poco, unos pajaritos curiosos comenzaron a acercarse, atraídos por los dulces sonidos.
Ana Clara se emocionó. "¡Mirá, Tico! ¡Ellos están viniendo!"
Con mucho cuidado, se quedó sentada, observando cómo los pajaritos se posaban en el borde de la mesa de picnic. Ana Clara comenzó a hablarles en un susurro.
"Hola, amigos. No les haré daño. Solo quiero que compartamos un rato juntos. Estoy muy feliz de verlos."
Los pajaritos, sintiéndose seguros, comenzaron a acercarse más. Ana Clara se dio cuenta de que la felicidad no solo dependía de hacer volar objetos de papel, sino de disfrutar el momento presente con aquellos que estaban a su alrededor.
Esa tarde, Ana Clara y Tico aprendieron una valiosa lección. No siempre necesitaban hacer grandes cosas o tener resultados perfectos para ser felices. A veces, la verdadera felicidad está en la simplicidad de la compañía y el amor.
"Gracias, Tico. ¡Hoy fue un día perfecto!" - dijo Ana Clara, abrazando a su gato.
Y así, el jardín de Ana Clara no solo se convirtió en un lugar de juegos, sino también en un hogar donde la amistad y la alegría florecían como un hermoso tulipán. Cada día era una nueva aventura, y siempre había espacio para más pajaritos y más juegos en sus corazones.
FIN.