El jardín de Arcoíris
Había una vez en un hermoso jardín, donde vivían los colores más brillantes y alegres que puedas imaginar.
Había un rojo apasionado, un azul sereno, un amarillo radiante, un verde esperanzador y muchos otros colores maravillosos que llenaban de alegría el lugar. Un día, llegó al jardín un nuevo color llamado Arcoíris. Era una mezcla de todos los colores del espectro y brillaba con una luz especial que cautivaba a todos los demás colores.
- ¡Hola, amigos! Soy Arcoíris y estoy muy feliz de estar aquí con ustedes -dijo con entusiasmo. Los demás colores lo miraron sorprendidos. Nunca habían visto un color como él antes. - ¿Qué eres? ¿De dónde vienes? -preguntó el Rojo curioso.
- Soy Arcoíris y vengo de muy lejos. Me encanta traer luz y alegría a donde quiera que vaya -respondió sonriente. Los demás colores no sabían qué pensar de Arcoíris.
Algunos se sentían intimidados por su brillo y otros simplemente no entendían cómo alguien podía ser tan diferente a ellos. Con el tiempo, Arcoíris trató de integrarse con los demás colores, pero siempre sentía que no encajaba del todo.
A pesar de sus esfuerzos por ser aceptado, algunos colores lo rechazaban o se burlaban de él por ser tan diferente. Un día, mientras paseaba por el jardín sintiéndose triste, se encontró con una pequeña flor blanca que parecía estar marchita. - ¿Qué te pasa? -preguntó Arcoíris preocupado.
La flor levantó tímidamente la cabeza y respondió: "Soy Blanca y me siento invisible entre todas las otras flores coloridas". Arcoíris comprendió en ese momento cómo se sentía la Flor Blanca.
Él también había experimentado la sensación de no encajar completamente en el grupo. Decidió entonces hacer algo al respecto. Reunió a todos los colores del jardín y les dijo:- Amigos, cada uno de nosotros es único y especial a nuestra manera.
No importa si somos rojos, azules, amarillos o incluso arcoíris. Lo importante es saber valorar nuestras diferencias y aprender a convivir en armonía.
Los demás colores reflexionaron sobre las palabras de Arcoíris y poco a poco comenzaron a comprender la importancia de la inclusión y la diversidad en el jardín. Desde ese día, todos los colores trabajaron juntos para embellecer aún más el jardín con sus diferentes tonalidades.
El Rojo pintaba las rosas con su pasión ardiente, el Azul teñía el cielo al atardecer con su tranquilidad infinita, el Amarillo iluminaba las margaritas con su energía contagiosa y así cada color contribuía con su singularidad para crear un mundo más bello y armonioso.
Y así fue como en aquel hermoso jardín los colores aprendieron a celebrar sus diferencias e incluir a todos por igual, demostrando que lo verdaderamente especial radica en aceptarnos unos a otros tal como somos: únicos e irrepetibles como las tonalidades del arcoíris.
FIN.