El jardín de Arcoiris



Había una vez en la pradera más hermosa que se pueda imaginar, un caballo muy especial. Su nombre era Arcoiris, y como su nombre lo indicaba, su pelaje era de todos los colores del arcoíris.

Arcoiris vivía feliz en la pradera, correteando y saltando por todos lados. Un día, mientras Arcoiris trotaba por la pradera, se encontró con una familia de conejos que parecían estar muy tristes. Se acercó a ellos y les preguntó qué les pasaba.

La mamá coneja le explicó que estaban preocupados porque habían perdido su madriguera y no tenían dónde vivir. "No se preocupen", dijo Arcoiris con una sonrisa en su rostro multicolor, "pueden venir a vivir conmigo en mi pradera.

Hay mucho espacio para todos". Los conejos no podían creer lo amable que era Arcoiris al ofrecerles su hogar, y aceptaron encantados. Los días pasaban y Arcoiris se convertía en el mejor amigo de los conejitos.

Juntos jugaban y exploraban la pradera, descubriendo nuevos rincones llenos de belleza y aventuras. Un día, mientras paseaban cerca de un arroyo cristalino, escucharon unos llantos provenientes del otro lado del bosque.

Intrigados, decidieron ir a investigar y descubrieron a un zorrito atrapado entre unas ramas espinosas. El zorrito les contó que había caído ahí mientras jugaba y no podía salir. Sin dudarlo ni un segundo, Arcoiris ayudó al zorrito a liberarse.

"¡Muchas gracias por salvarme!", exclamó el zorrito emocionado. "¿Hay algo que pueda hacer para agradecerte?". Arcoiris sonrió y le dijo al zorrito: "Puedes venir con nosotros a vivir en la pradera. Serás bienvenido".

Así fue como el zorrito se unió a la peculiar familia formada por Arcoiris y los conejitos. Juntos vivieron muchas aventuras emocionantes, aprendiendo unos de otros y demostrando que la verdadera amistad no tiene límites ni barreras.

Con el paso del tiempo, más animales se sumaron a la comunidad de la pradera de Arcoiris: pájaros cantarines, mariposas coloridas e incluso algún erizo despistado que encontraba refugio entre las flores.

Y así, gracias a la generosidad y bondad de Arcoiris, aquel caballo de colores tan especial, la pradera se convirtió en un lugar mágico donde todos los seres vivientes coexistían en armonía y felicidad. Y colorín colorado este cuento ha terminado pero recuerda siempre: ¡la amistad es el tesoro más valioso que podemos tener!

FIN.

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