El jardín de emociones


Había una vez una niña llamada Lola, que tenía 5 años y vivía en un pequeño pueblo en Argentina. Lola era muy curiosa y siempre estaba explorando el mundo a su alrededor.

Sin embargo, había algo que la preocupaba: no sabía reconocer qué emociones sentía. Un día, mientras Lola jugaba en el parque con sus amigos, notó que todos parecían felices y emocionados. Ella también quería sentirse así, pero no sabía cómo.

Entonces decidió pedir ayuda a su abuela. —"Abuela" , le preguntó Lola con curiosidad, "¿cómo puedo saber qué emoción siento?"La abuela sonrió y le dijo: "Querida Lola, las emociones son como colores en nuestro corazón.

A veces nos sentimos contentos como el sol brillante, otras veces estamos tristes como un cielo nublado".

Lola se quedó pensativa por un momento y luego preguntó: "Pero ¿cómo puedo saber qué color es cada emoción?"La abuela tomó la mano de Lola y juntas caminaron hasta su jardín lleno de flores hermosas. La abuela señaló una rosa roja vibrante y dijo: "Esta rosa representa la alegría. Cuando te sientes feliz y emocionada como cuando juegas con tus amigos".

Luego señaló una margarita blanca y explicó: "Esta margarita simboliza la tranquilidad. Es cuando te sientes calmada después de hacer algo relajante". Lola miraba atentamente cada flor mientras su abuela continuaba explicándole los diferentes colores de las emociones. "Y esta violeta representa la tristeza.

Es cuando te sientes un poco melancólica, como si extrañaras a alguien o algo", dijo la abuela. Lola asintió con la cabeza y sonrió. Ahora tenía una idea de cómo reconocer las emociones que sentía.

Decidió poner en práctica lo que su abuela le había enseñado. Un día, mientras jugaba en el parque nuevamente, Lola se cayó y se lastimó la rodilla. En ese momento, sintió un dolor agudo y comenzó a llorar.

Sus amigos corrieron hacia ella para consolarla, pero Lola les dijo: "No se preocupen, estoy triste porque me lastimé". Los amigos de Lola entendieron sus palabras y le dieron un abrazo reconfortante. Poco a poco, el dolor desapareció y Lola se sintió mejor.

Con el tiempo, Lola aprendió a reconocer cada emoción que sentía: alegría cuando jugaba con sus amigos, tranquilidad cuando estaba leyendo un libro y tristeza cuando extrañaba a su familia.

Cada día era una nueva aventura para Lola mientras exploraba sus emociones con confianza. Ya no tenía miedo de sentir cosas diferentes porque sabía que cada emoción era parte de ser humano.

Y así fue como Lola descubrió que todas las emociones tenían su propio color en el corazón y que aprender sobre ellas podía ser divertido e interesante. A partir de ese momento, nunca dejó de explorar su mundo interior lleno de colores emocionantes. Fin

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