El Jardín de Emociones de Lía



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Luminalia, una niña llamada Lía que amaba jugar en su jardín. Lía era una niña muy curiosa, pero a veces sentía una nube gris sobre su cabeza que la llenaba de tristeza y ansiedad. Esta nube aparecía cuando tenía que hacer cosas importantes, como presentar su proyecto en la escuela o jugar en el torneo de fútbol.

Un día, mientras estaba en su jardín, se encontró con su amiga Maru, una mariposa amarilla que siempre la hacía reír.

"¿Qué pasa, Lía? Te veo un poco apagada", preguntó Maru.

"Es que tengo que presentar un proyecto de ciencias mañana y no quiero equivocarme. Estoy tan nerviosa que siento que la nube gris no me deja pensar bien", respondió Lía, suspirando.

Maru decidió ayudarla.

"Voy a llevarte a un lugar mágico que conozco. Allí, seguro encontrarás lo que necesitas para sentirte mejor", dijo Maru volando con entusiasmo.

Lía, emocionada pero un poco asustada, aceptó. Juntas volaron sobre la ciudad hasta llegar a un jardín lleno de colores brillantes y flores que hablaban.

Las flores estaban agrupadas según las emociones.

"¡Bienvenida, Lía! Aquí estamos las Flores de la Confianza", dijo una flor alta y robusta.

"¿Confianza?", preguntó Lía.

"Sí, cuando sientas que la nube gris te rodea, ven aquí y nosotros te daremos la fuerza que necesitas. Solo debes recordar disfrutar el momento", explicó la flor.

Lía respiró hondo y sonrió.

"¿Pero cómo puedo hacerlo?", cuestionó, mirando a su alrededor.

Las flores le mostraron cómo cultivar su confianza.

"Recuerda lo que te gusta, lo que te hace feliz. ¿Qué tal si piensas en eso en lugar de enfocarte en el miedo?", sugirió una flor de color violeta.

Lía lo intentó. Se sentó en medio del jardín y cerró los ojos, imaginando su juego favorito de fútbol. Su corazón se llenó de alegría y, por primera vez, la nube gris comenzó a disiparse.

Esa misma tarde, Lía volvió a casa con una gran sonrisa. Al día siguiente, cuando llegó a la escuela, se dio cuenta de que se sentía diferente. Colocó sus materiales sobre el escritorio y, al ver a sus compañeros, recordó el jardín de flores.

"Mientras presente, me centraré en lo que me gusta y en disfrutarlo", se dijo a sí misma.

Cuando llegó su turno, Lía respiró profundo y comenzó a hablar sobre su proyecto.

"¡Hola a todos! Hoy les contaré sobre mi planta favorita, el girasol", empezó con seguridad.

Todos la escuchaban atentamente.

"Los girasoles siempre encuentran la luz del sol, y así yo quiero encontrar la luz en mis momentos oscuros", dijo con una sonrisa.

Al terminar, los compañeros la aplaudieron y Lía sintió que ya no había forma de que la nube gris regresara.

"¡Lo hiciste increíble, Lía!", exclamó su amigo Tomi.

"Gracias, Tomi. Aprendí que puedo ser feliz incluso si tengo un poco de miedo. La confianza es como un jardín, necesito cuidarla", respondió Lía, radiante.

Desde ese día, Lía visitó el Jardín de Emociones cada vez que se sentía un poco estresada. Aprendió a reconocer las nubes grises y a hablar con las flores de colores que la inspiraban. Así, con cada aventura, su jardín se llenó de mil colores y su corazón nunca volvió a sentir tristeza.

Y así fue como Lía descubrió que dentro de cada uno de nosotros hay un jardín lleno de emociones. Solo necesitamos saber cuidarlo para florecer siempre.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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