El Jardín de Emociones de Lucas
Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pequeño pueblo. Lucas era conocido por su enorme sonrisa y su risa contagiosa, pero lo que nadie veía eran las emociones que a menudo se escondían detrás de su alegría.
Un día, mientras jugaba en su jardín, Lucas se encontró con un libro misterioso entre las flores. Al abrirlo, se sorprendió al ver que estaba lleno de dibujos de diferentes emociones: alegría, tristeza, enojo, miedo, y amor. Al lado de cada dibujo había un pequeño texto que explicaba cómo se sentía esa emoción.
".Hola, pequeño amigo!" - dijo una voz suave desde el libro. ".Soy Emocionis, el guardián de las emociones. Puedo ayudarte a comprender lo que sientes."
Lucas, asombrado, respondió:
"¿Cómo podés ayudarme? A veces no sé qué sentir o cómo manejar lo que siento."
"Cada emoción es como una planta en un jardín. Algunas flores crecen y brillan, otras necesitan más cuidado y agua. Lo importante es aprender a cuidarlas."
Intrigado, Lucas decidió seguir las instrucciones de Emocionis. Al día siguiente, cuando se despertó, se sintió un poco triste porque sus amigos no habían podido jugar con él. Recordando el libro, Lucas decidió plantar una semilla de tristeza en su jardín.
"¿Por qué te sientes triste, Lucas?" - preguntó Emocionis, que apareció de nuevo mientras Lucas cavaba en la tierra.
"Porque quiero jugar con mis amigos y no están aquí."
"Es normal sentirse triste a veces. Pero, en lugar de dejar que esa tristeza se apodere de tu jardín, plantala y cuídala. Habla con ella, cuéntale cómo te sentís."
Lucas hizo lo que le dijo Emocionis y, mientras cuidaba su semilla de tristeza, poco a poco empezó a entender su emoción. Pasó el día dibujando y soñando con nuevas aventuras con sus amigos.
Al caer la tarde, la tristeza de Lucas se transformó en sembrar risas y planeó llamar a sus amigos para jugar al día siguiente. Pero, al amanecer, Lucas se sintió enojado porque sus amigos no respondieron su mensaje. Rápidamente, recordó el consejo de Emocionis.
"¡No puedo creer que no me contesten!" - gritó Lucas frustrado, y decidió plantar una semilla de enojo en su jardín.
Emocionis apareció nuevamente y le preguntó:
"¿Qué te enoja tanto, Lucas?"
"Quiero jugar y no están aquí. ¡No es justo!"
"El enojo puede ser fuerte, pero recuerda que también es importante. Habla con tu enojo como hablaste con tu tristeza. Respetalo y luego déjalo ir."
Lucas se sentó junto a su planta de enojo y, con firmeza, le dijo:
"Entiendo que estás ahí, pero no quiero que domines mi día."
Con el tiempo, el enojo de Lucas comenzó a apagarse, y a medida que cuidaba su jardín, se dio cuenta de que cada emoción tenía su lugar y tiempo, y que podía dejarlas ir cuando ya no las necesitaba.
A medida que pasaban los días, Lucas cultivó un hermoso jardín lleno de flores de alegría, tristeza, enojo, miedo y amor. Cada emoción tenía su espacio y él había aprendido a entenderlas y a expresarles con creatividad.
Un día, al ver todo lo que había cultivado, Lucas decidió invitar a sus amigos a ver su jardín.
"¡Vengan! Quiero mostrarles algo especial."
Sus amigos llegaron, curiosos.
"¿Qué es todo esto, Lucas?" - preguntó Sofía.
Lucas sonrió y les explicó:
"Este es mi Jardín de Emociones. Cada planta representa cómo me sentí y cómo aprendí a cuidar mis emociones. ¡Podemos aprender juntos!"
Los amigos de Lucas se quedaron impresionados y decidieron ayudarlo a cultivar su jardín. Todos juntos comenzaron a plantar sus propias emociones. Así, el jardín floreció aún más, y Lucas, junto con sus amigos, aprendió que todos tienen emociones, y que compartirlas las hacía más fáciles de entender y manejar.
Desde aquel día, Lucas comprendió que no hay emociones malas, solo diferentes formas de sentir. Y así, vivió felizmente, cultivando su jardín y ayudando a los demás a cuidar el suyo. ¡Y así, el Jardín de Emociones se convirtió en un lugar mágico donde todos podían aprender sobre sus sentimientos!
FIN.