El Jardín de Espacios



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, un niño llamado Nico. Nico era un niño especial, le encantaba explorar la naturaleza y jugar en su jardín lleno de flores y mariposas. Sin embargo, había algo que le costaba: entender cuándo las personas estaban demasiado cerca de él.

Un día, después de una semana llena de actividades en el jardín, una nueva vecina, Clara, se mudó justo al lado. Ella era una niña muy curiosa y se pasaba el día asomándose por la ventana. Cuando vio a Nico jugando, decidió que quería ser su amiga.

"¡Hola! Soy Clara, ¿puedo jugar contigo?" - llamó desde su ventana.

Nico, emocionado, miró hacia arriba y sonrió, pero en su interior sintió un pequeño nudo. La idea de compartir su espacio personal lo hizo sentir un poco incómodo. No sabía cómo explicarle a Clara que a veces necesitaba un poquito de distancia.

"Eh... ¡Hola!" - respondió Nico, con una voz suave. "Estoy jugando con mis flores, será mejor que juegues sola por un rato."

Clara se sintió un poco decepcionada, pero comprendió. Así que se quedó en su jardín y comenzó a hacer una colección de piedras de diferentes colores. Mientras tanto, Nico seguía jugando, pero miraba de vez en cuando hacia el jardín de Clara, sintiéndose un poco triste por no haber podido hacer una nueva amiga.

Al día siguiente, Clara decidió intentar nuevamente.

"¡Nico! ¿Puedo ayudarte a cuidar tus flores?" - preguntó con una gran sonrisa.

Nico sintió que su espacio personal se estaba reduciendo, pero vio lo feliz que Clara se veía y pensó en lo que eso significaba. Quizás podía encontrar una manera de jugar sin perder su espacio.

"Podemos hacerlo con cuidado. Yo puedo mostrarte cómo lo hago y tú me dices lo que te gusta. Así nadie se siente incómodo" - dijo Nico, sonriendo timidamente.

Clara asintió emocionada y pronto, comenzaron a trabajar juntos en el jardín. Rico le enseñó a regar las flores y a cuidar de ellas con amor. Sin embargo, a veces, Clara se acercaba demasiado.

"¡Ay! Clara, me gusta que estés aquí, pero me siento un poco apretado cuando estás tan cerca. ¿Podrías estar un pasito atrás?" - le explicó Nico con voz suave.

"Claro, entiendo. Puedes contar conmigo cuando necesites tu espacio" - respondió Clara, moviéndose un poco más lejos, pero manteniéndose al alcance de la diversión.

Días después, mientras jugaban, decidieron inventar un juego nuevo: el "Juego de la Mariposa". Cada vez que Clara se acercaba mucho, por error, Nico no se enojaba, sólo sonreía.

"Como mariposas, necesitamos espacio para volar. ¡Cada vez que te acerques demasiado, perderemos nuestras alas!" - dijo Nico, mostrando sus brazos como si fueran alas.

"¡Entendido! Mariposas siempre vuelan!" - dijo Clara, riendo mientras daba un paso atrás.

Y así, día tras día, aprendieron a respetar el espacio personal de cada uno, convirtiendo el jardín en un lugar de amistad, risas y cuidados. A Nico no le costaba más comunicar sus necesidades y Clara se transformó en su mejor amiga, una niña que sabía cuándo darle su espacio y cuándo acercarse para compartir el juego.

Una tarde, al final del verano, Clara y Nico estaban sentados en el jardín, rodeados de flores, disfrutando de su bonita amistad.

"¿Ves, Nico? Cuidar nuestro espacio personal nos ayudó a disfrutar del juego, ¿no?" - dijo Clara.

"Sí, y juntos aprendimos a ser mariposas sabias" - respondió Nico contento. "Siempre podremos volar juntos y encontrar nuestro lugar en este hermoso jardín."

Y así, en aquel rincón de Buenos Aires, Nico y Clara cuidaron no solo de sus flores, sino también del valioso lazo que construyeron respetando siempre el espacio del otro.

Desde entonces, el jardín de Nico fue conocido como el "Jardín de Espacios", un lugar donde todas las amistades florecían en armonía, cada uno con su espacio, pero siempre juntos en el amor y la diversión.

FIN.

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