El jardín de Fabiana


Fabiana se despertó con el sonido de la lluvia golpeando su ventana. Miró afuera y vio las calles mojadas y grises. Suspiró profundamente, no quería ir a la escuela en un día tan gris y triste.

"¡Mamá, no quiero ir a la escuela hoy! ¡Está lloviendo mucho!", exclamó Fabiana con voz temblorosa. Su mamá entró en su habitación con una sonrisa cálida en el rostro.

"Entiendo que no te guste la lluvia, pero recuerda que cada día en la escuela es una oportunidad para aprender algo nuevo y divertirte con tus amigos", dijo su mamá mientras le daba un abrazo reconfortante. Fabiana se secó las lágrimas y decidió seguir adelante con valentía.

Se puso su uniforme escolar y tomó su mochila antes de salir hacia la escuela bajo la fina lluvia que caía del cielo. Al llegar a la escuela, sus amigos estaban jugando en el patio a pesar de la lluvia.

Fabiana se les unió y pronto olvidó por completo su tristeza inicial. Jugaron durante el recreo, riendo y saltando en los charcos formados por la lluvia.

Después del recreo, el maestro anunció que tendrían una clase especial sobre plantas y cómo crecen bajo diferentes condiciones climáticas. Fabiana estaba emocionada; le encantaba aprender sobre la naturaleza. Durante la clase, plantaron semillas en macetas pequeñas y observaron cómo crecían lentamente.

El maestro explicaba pacientemente cada paso del proceso, desde regar las plantas hasta exponerlas a la luz solar adecuada. Fabiana estaba fascinada por todo lo que aprendía.

Se dio cuenta de que incluso en los días más grises, como aquel día lluvioso de abril, siempre había algo hermoso por descubrir si uno estaba dispuesto a mirar más allá de las nubes. Al final del día escolar, cuando salió al patio cubierto de gotas de lluvia brillantes bajo el sol poniente, Fabiana sonrió ampliamente.

Había tenido un día maravilloso lleno de risas, aprendizaje e importantes descubrimientos sobre sí misma y el mundo que la rodeaba. Cuando llegó a casa esa tarde, le contó emocionada a su mamá todo lo que había aprendido en la escuela ese día.

Su mamá asintió orgullosa y le recordó lo valiente que fue al superar sus miedos esa mañana lluviosa. Desde entonces, Fabiana nunca más temió a los días grises; sabía que detrás de cada nube podía encontrarse una hermosa sorpresa esperando ser descubierta.

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