El Jardín de Filippo
Filippo era un niño curioso y aventurero. Siempre estaba en busca de nuevas experiencias y emociones. Un día, mientras sus padres dormían la siesta, Filippo se despertó con mucha hambre.
Se levantó de su cama y se dirigió a la cocina en busca de algo para comer. Pero al abrir la heladera, se dio cuenta de que no había mucha comida. Solo quedaban unas cuantas verduras y un poco de pan. Filippo suspiró decepcionado.
No quería comer solo verduras, ¡necesitaba algo más sabroso! Fue entonces cuando recordó que su abuela solía tener una huerta en el jardín trasero.
Sin pensarlo dos veces, Filippo salió corriendo hacia el jardín en busca de la huerta secreta de su abuela. Cuando llegó allí, vio hermosas plantas llenas de tomates rojos y jugosos, zanahorias crujientes y lechugas frescas. Filippo estaba tan emocionado que comenzó a recolectar todas las verduras que pudo encontrar.
Llenó una canasta entera con tomates, zanahorias, lechugas e incluso algunas hierbas aromáticas como el perejil y la albahaca. Mientras recogía las verduras, Filippo notó que había una pequeña puerta oculta detrás del arbusto más grande.
Curioso como siempre, decidió investigar qué había detrás de esa puerta misteriosa. Al abrirla lentamente, Filippo descubrió un camino secreto que conducía a un hermoso jardín lleno de árboles frutales: manzanas rojas y jugosas, naranjas brillantes y dulces, peras maduras y deliciosas. Filippo no podía creer su suerte.
¡Había encontrado un verdadero tesoro! Comenzó a reagarrar todas las frutas que pudo encontrar y llenó otra canasta entera con ellas. Mientras exploraba el jardín de frutas, Filippo escuchó un ruido extraño proveniente de los arbustos cercanos.
Se acercó sigilosamente para investigar y se encontró con una familia de pájaros hambrientos. Parecían estar buscando comida desesperadamente. Filippo sintió empatía por ellos y decidió compartir sus tesoros con los pajaritos.
Les dio algunas manzanas, naranjas y peras para que pudieran alimentarse junto a él. Los pajaritos estaban tan agradecidos que comenzaron a cantar una hermosa melodía mientras comían.
Filippo se sentó en el suelo junto a ellos y disfrutó de la música dulce mientras compartían la comida juntos. Después de un rato, cuando ya no quedaba más comida en las canastas, Filippo se despidió de sus nuevos amigos alados. Estaba feliz porque había hecho algo bueno ayudándolos.
Regresó a la cocina con una sonrisa en su rostro y decidió preparar una deliciosa ensalada utilizando las verduras frescas que había recolectado de la huerta secreta de su abuela. Cuando sus padres finalmente despertaron, encontraron a Filippo sirviendo orgullosamente la ensalada en la mesa del comedor.
Quedaron sorprendidos al ver toda esa variedad colorida de verduras y frutas. "¡Filippo, esto es increíble!", exclamó su mamá.
"¿Dónde encontraste todas estas delicias?""Fui a la huerta secreta de la abuela y también encontré un jardín lleno de árboles frutales", respondió Filippo con una sonrisa. Sus padres se miraron entre sí y luego le dieron un abrazo lleno de orgullo. Estaban felices de tener un hijo tan ingenioso y generoso.
Desde ese día, Filippo aprendió que compartir lo que tienes con los demás puede traer alegría tanto a ti como a quienes te rodean.
Y así, cada vez que tenía algo para compartir, recordaba esa maravillosa aventura en el jardín secreto y cómo había hecho nuevos amigos alados gracias a su generosidad.
FIN.