El jardín de girasoles de Isabela


Isabela se levantó esa mañana con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba emocionada porque le encantaba ir al colegio. Se puso su uniforme, se peinó su larga cabellera negra y salió corriendo hacia la parada del colectivo.

El sol brillaba en lo alto y hacía mucho calor, pero a Isabela no le importaba. Llegó al colegio y saludó a sus amigos con alegría. Juntos entraron al aula, listos para comenzar un nuevo día de aprendizaje.

La maestra, la señorita Laura, les dio la bienvenida y les dijo que ese día iban a tener una clase especial al aire libre. Todos los chicos estaban emocionados y se pusieron de pie rápidamente para salir al patio.

Una vez afuera, la señorita Laura les explicó que iban a hacer un experimento para aprender sobre las plantas y cómo crecen.

Les entregó semillas de girasol a cada uno y les pidió que las plantaran en macetas con tierra. Los niños trabajaron juntos, ayudándose unos a otros y riendo mientras jugaban con la tierra. Isabela estaba feliz de estar allí, rodeada de sus amigos y aprendiendo cosas nuevas.

Después de plantar las semillas, la señorita Laura les enseñó cómo regarlas adecuadamente y cuidarlas para que pudieran crecer fuertes y sanas. Les recordó lo importante que es ser pacientes y constantes en el cuidado de las plantas, al igual que en todo lo demás en la vida.

Los días pasaron y las pequeñas plantitas comenzaron a brotar lentamente. Los niños estaban emocionados de ver cómo crecían cada vez más altas bajo el cuidado amoroso de todos.

Un día caluroso en junio, Isabela llegó al colegio ansiosa por ver cómo habían crecido las plantas. Para su sorpresa, encontró hermosos girasoles amarillos erguidos frente a ella, brillando bajo el sol como si le dieran las gracias por haberlas cuidado con tanto cariño.

- ¡Miren qué hermosas están nuestras plantitas! -exclamó Isabela emocionada- ¡Han crecido tanto! - Sí, han crecido gracias a nuestro esfuerzo y dedicación -dijo la señorita Laura orgullosa- Así como ellas necesitan cuidado para florecer, nosotros también debemos esforzarnos cada día para alcanzar nuestros sueños.

Isabela sonrió feliz sabiendo que había aprendido una gran lección aquel día: con paciencia, constancia y trabajo duro, cualquier cosa es posible.

Y así siguió disfrutando cada momento en su querido colegio junto a sus amigos, sabiendo que siempre hay algo nuevo por aprender y descubrir.

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