El Jardín de Ideas



Era un día soleado y brillante en la escuela primaria Arcoíris. Los niños corrían y reían por el patio mientras jugaban a la pelota, saltando y gritando de alegría. Pero en un rincón, solitario y un poco triste, estaba Tomi.

Tomi había llegado nuevo a la escuela y aún no había hecho amigos. Miraba a sus compañeros jugar y se sentía un poco fuera de lugar. Con sus manos en los bolsillos de su chaqueta, pensaba en cómo se divertían.

De repente, decidió que no quería sentirse así. "¡Tal vez yo también puedo jugar de alguna manera!" se dijo a sí mismo.

- ¿Qué estás mirando, Tomi? - preguntó Sofía, una de las chicas que jugaba a la pelota.

- Estoy viendo, pero nadie juega conmigo - respondió Tomi con un suspiro.

- ¡Ven, unirte sería genial! - dijo Sofía, sonriendo.

Pero Tomi dudaba. No sabía cómo jugar al fútbol como los demás. Tenía miedo de hacer el ridículo. Así que optó por rehusar la invitación.

- No, gracias, yo... no soy muy bueno. - dijo Tomi, bajando la mirada.

- ¡No importa! ¡Lo importante es divertirnos! - insistió Sofía con entusiasmo. - Vení, es muy fácil. ¡Te enseñamos!

Mientras tanto, Rodri, un chico del grupo, había escuchado la conversación.

- Sofía tiene razón, Tomi. Todos empezamos sin saber nada al principio. ¿Qué te parece si venís a probar?

- ¿En serio no se van a reír de mí? - preguntó Tomi, aún inseguro.

- ¡Para nada! Todos somos amigos aquí, y lo que importa es intentar - dijo Rodri, animando a Tomi.

Tomi pensó por un momento. Sus ganas de jugar y compartir con los demás empezaron a superar su miedo. Después de todo, no había mejor forma de aprender que probando. Aceptó la invitación y se unió al grupo.

- ¡Yay! ¡Eso es lo que quería escuchar! - exclamó Sofía.

Al principio, Tomi tropezó un poco y la pelota se le escapaba de los pies. Pero Rodri y Sofía lo alentaban constantemente.

- ¡Eso, Tomi! ¡Buen intento! - gritaban desde la distancia.

Con cada patada y cada pase, Tomi comenzó a reírse y a disfrutar del momento. No solo estaba jugando, sino que, a medida que pasaba el tiempo, comenzó a hacer amigos.

Después de unos minutos, Tomi realizó un gran tiro y... ¡GOOOOL! La pelota entró en el arco. Todos aplaudieron y lo animaron.

- ¡Lo lograste, Tomi! - gritaron emocionados.

- Nunca pensé que podría hacer un gol - dijo Tomi, riendo a carcajadas, olvidando por completo su timidez.

Cuando terminó el recreo, Tomi se despidió de sus nuevos amigos, sintiéndose muy feliz.

- Nunca imaginé que jugar podría ser tan divertido. - compartió.

- Y siempre habrá lugar para uno más en nuestro juego - prometió Rodri.

Desde ese día, Tomi fue parte del grupo. Aunque los juegos variaban, lo que nunca faltó fue su energía y entusiasmo. Aprendió que a veces basta con dar el primer paso para sumarse a las aventuras, y que lo principal es disfrutar cada momento.

Y así, el niño que al inicio se sintió solo, encontró su lugar y descubrió que hacer nuevos amigos y aventurarse juntos en el patio de la escuela era simplemente maravilloso. Su día en el jardín había florecido con risas, juegos y la familia de amigos que había formado.

Al final del día, Tomi se despidió de su maestra, quien lo miró con una sonrisa.

- ¡Hasta mañana, Tomi! Espero que tengas muchas más aventuras - le dijo.

- ¡Así será! - contestó Tomi, sintiéndose por fin parte del Arcoíris.

Y así, el sol se ocultó detrás de las montañas, dejando a un Tomi lleno de alegría y esperando ansioso el siguiente día en la escuela.

Este relato nos enseña que, aunque al principio podamos sentirnos solos o inseguros, con un poco de valentía y la ayuda de otros, siempre podemos encontrar nuestro lugar en el mundo.

FIN.

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