El jardín de Josefina


Había una vez una niña llamada Josefina que estaba a punto de empezar el jardín de 3 años.

Estaba muy emocionada por todo lo que iba a aprender y todas las aventuras que iba a vivir en su nueva escuela. El primer día de clases, Josefina llegó temprano con su mochila llena de útiles escolares y una sonrisa enorme en su rostro.

Al entrar al salón, vio a muchos niños nuevos y se sintió un poco nerviosa, pero pronto la maestra los hizo sentir bienvenidos con canciones y juegos divertidos. -¡Hola chicos! ¡Bienvenidos al jardín! Soy la señorita Laura y estoy muy feliz de tenerlos aquí -dijo la maestra con alegría.

Los niños comenzaron a conocerse entre sí y pronto se hicieron amigos. Josefina jugaba en el patio, pintaba cuadros coloridos en clase y aprendía nuevas palabras todos los días. Estaba disfrutando cada momento en el jardín y su curiosidad por descubrir cosas nuevas era infinita.

Un día, la maestra les propuso a los niños hacer un experimento con plantas para ver cómo crecían. Cada uno recibió una maceta, tierra y semillas para cuidar durante algunas semanas.

Josefina estaba emocionada por poder tener su propia planta y cuidarla como si fuera su bebé. Los días pasaron y Josefina regaba su plantita todos los días con mucho amor, esperando ansiosa a ver brotar las primeras hojitas verdes.

Sin embargo, después de un tiempo, notó que su planta no crecía tanto como las de sus compañeros. -¿Qué pasa mi plantita? ¿Por qué no quieres crecer? -se preguntaba Josefina preocupada.

La señorita Laura notó la tristeza de Josefina y se acercó para hablar con ella:-¿Qué te pasa Josefina? ¿Por qué estás tan pensativa? -Mi planta no quiere crecer como las demás... ¡No sé qué hice mal! -respondió Josefina con lágrimas en los ojos.

La maestra sonrió dulcemente y le explicó que cada planta tiene su propio ritmo de crecimiento, al igual que cada persona tiene sus propias cualidades especiales que los hacen únicos. Le enseñó a Josefina que lo importante era cuidarla con amor y paciencia, sin compararse con los demás.

Con estas palabras sabias en mente, Josefina decidió seguir cuidando su planta con todo el amor del mundo, sin importarle si crecía más rápido o más lento que las demás.

Y para sorpresa de todos, al cabo de unas semanas, su plantita comenzó a florecer hermosas flores blancas que llenaron el salón de alegría y color. -¡Mira mi planta! ¡Ha florecido! -exclamó Josefina emocionada mostrándosela a sus amigos. Todos aplaudieron emocionados ante la belleza de la planta de Josefina.

La señorita Laura aprovechó este momento para enseñarles una gran lección:-Chicos, recuerden siempre ser pacientes consigo mismos y con los demás. Cada uno tiene su propio tiempo para brillar como esta hermosa flor blanca. Todos somos especiales a nuestra manera.

Desde ese día, Josefina entendió que no importaba si era diferente o si avanzaba más despacio en algunas cosas; lo importante era ser constante, amable consigo misma e intentarlo siempre con ganas.

Y así siguió disfrutando del jardín junto a sus amigos aprendiendo valiosas lecciones cada día.

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