El jardín de la abuela


Había una vez un nene llamado Tomás que no quería ir al jardín. Cada mañana, cuando su mamá lo despertaba para llevarlo al jardín, él se escondía debajo de la cama o hacía berrinches para evitar salir de casa.

Un día, su mamá decidió hablar con él seriamente: "Tomás, ¿por qué no quieres ir al jardín? Allí puedes jugar con otros niños y aprender cosas nuevas".

Pero Tomás solo respondió con un gruñido y se tapó la cara con las sábanas. Preocupada por su hijo, la mamá decidió pedir ayuda a la abuela de Tomás. La abuela era sabia y siempre tenía buenos consejos. "Deja que yo hable con él", dijo la abuela.

La abuela fue a visitar a Tomás y le preguntó: "¿Qué es lo que te gusta hacer en casa?". "A mí me gusta jugar videojuegos", dijo Tomás sin quitar sus ojos del televisor.

"¿Y si te dijera que en el jardín también hay juegos divertidos?", preguntó la abuela. "No lo creo", respondió Tomás sin muchas ganas. Entonces, la abuela tuvo una idea brillante.

Le mostró a Tomás fotos de cuando ella era niña jugando en el parque y contándole historias sobre sus aventuras en el jardín. También le enseñó canciones infantiles populares que solían cantar los niños en su época. Tomás comenzó a prestar atención y poco a poco empezaron a surgir sonrisas en su rostro.

La abuela logró convencerlo de probar unas horas en el jardín y, para su sorpresa, Tomás terminó divirtiéndose muchísimo. A partir de ese día, Tomás se levantaba temprano con entusiasmo para ir al jardín.

Había aprendido que no hay nada mejor que jugar con otros niños y aprender cosas nuevas. Además, cada vez que tenía un mal día en la escuela o algo lo frustraba, recordaba las canciones de la abuela y se animaba a seguir adelante.

Tomás nunca más volvió a esconderse debajo de la cama cuando llegaba la hora del jardín. En cambio, ahora estaba ansioso por descubrir nuevos juegos y hacer amigos en el lugar donde había encontrado tanta felicidad.

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