El Jardín de la Abuela Inés



En un tranquilo barrio de Bogotá, donde los árboles bailaban al ritmo del viento, vivía la abuela Inés. Desde su hogar, llenaba el aire con el aroma de galletitas recién horneadas y contaba historias mágicas de su infancia en Toledo, Santander. Inés, con sus 84 años, era el corazón de su familia: tenía cinco hijos que la adoraban, siete nietos que la idolatraban y dos bisnietos que la llenaban de alegría.

Un día, mientras todos los niños jugaban en el jardín, la abuela Inés observaba desde la terraza.

"¡Abuela!", gritó Mati, su nieto mayor. "¿Nos cuentas la historia de cómo llegaste a Bogotá?"

"Claro, querido. Hace muchos años, cuando era joven, dejé mi pequeño pueblo en Toledo para aventurarme. En el camino, conocí a personas increíbles..."

Y así, comenzó a narrar la historia de su viaje. Pero de repente, algo sorprendió a todos: un pequeño pajarito de color azul apareció entre las flores.

"¡Miren! ¡Un pajarito!", exclamó Lila, la más pequeña de sus nietas.

"Parece que quiere unirse a nuestra aventura", dijo Inés sonriendo.

Los niños se acercaron al pajarito. Este, curioso y juguetón, comenzó a volar en círculos alrededor de ellos, como invitándolos a seguirle.

"¿Vamos a seguirlo?", preguntó Tomi, su nieto.

"Sí, ¡expedición al parque!", gritó Mati. Y así, dejando atrás el jardín y la historia de la abuela, ellos siguieron al pajarito que los condujo a un rincón del parque donde había un pozo antiguo.

"¿Creen que hay un tesoro aquí?", sugirió Lila con ojos brillantes.

Pero no había tesoro visible. Era solo un pozo viejo, rodeado de flores y un aire de misterio.

"Quizá el verdadero tesoro esté en compartir este momento juntos", reflexionó Inés, quien había llegado detrás de ellos.

"¡Sí!", dijo Tomi, saludando al pajarito que se posó en la rama de un árbol cercano. "La familia es el mejor tesoro que podemos tener."

Después de un momento lleno de risas y juegos, el pajarito volvió a volar, llevándose consigo el eco de sus risas.

"Volvamos a casa y hagamos una merienda para la abuela", propuso Lila.

"¡Sí!", gritaron todos.

Al llegar a casa, junto con su abuela Inés, comenzaron a preparar sándwiches de mermelada, galletitas y un jugo fresquito. Fue una tarde de risas y complicidad. Al sentarse juntos, la abuela Inés miró a sus seres amados y dijo:

"Hoy me recordaron algo muy importante, chicos. La vida está llena de pequeños momentos, y cada uno de ustedes es un regalo para mí. La familia es nuestro mayor tesoro."

Los niños, llenos de amor, rodearon a su abuela.

"Te amamos, abuela Inés", susurraron.

Esa noche, mientras se preparaban para dormir, todos los niños se sintieron un poco más felices y agradecidos. En el corazón de cada uno, el valor de la vida y la familia brillaba más que nunca, y sabían que, mientras estuvieran juntos, cada día sería una celebración.

Fin.

FIN.

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