El Jardín de la Amistad



Había una vez un hermoso jardín en un pequeño pueblo. En este jardín, florecían las más bellas plantas y cada tarde, un grupo de niños se reunía para jugar, explorar y aprender. Sin embargo, el jardín no sólo era especial por sus flores, sino también por las Normas de Convivencia que todos sus visitantes debían seguir.

Un día, Clara, una niña muy curiosa, exclamó: "¿Por qué tenemos que seguir estas normas? ¡Son aburridas!"-

Santiago, su amigo, respondió: "Clara, las normas nos ayudan a convivir mejor. Si todos hacemos lo que queremos, podría haber peleas y el jardín no sería un lugar feliz"-.

Clara frunció el ceño y siguió ignorando las normas. Entonces, sucedió algo inesperado: mientras jugaban, Clara decidió cortar algunas flores sin permiso. En un instante, el jardín se llenó de tristeza.

"¡Miren lo que hizo Clara!"-, gritó Tomás, otro niño del grupo.

"Sí, ¡ahora el jardín no se ve igual!"-, se quejó Sofía.

Clara se sintió mal y se alejó, dándose cuenta de que sus acciones habían afectado a todos. Más tarde, mientras caminaba sola, encontró a un pequeño pájaro herido bajo un árbol. "Oh, pobrecito"-, pensó. "No puedo dejarlo así"-. Así que decidió ayudarlo.

Al regresar al grupo, Clara dijo: "Chicos, encontré un pájaro herido y lo estoy cuidando. Me gustaría que me ayuden, así podremos ayudarlo juntos"-. Todos miraron a Clara, sorprendidos.

"Claro, Clara, nosotros podemos hacer una casita para él"-, propuso Santiago.

"Sí, ¡y yo puedo traer hojas y semillas de mi casa para alimentarlo!"-, dijo Sofía entusiasmada.

Juntos comenzaron a trabajar, y mientras lo hacían, Clara decidió hablar sobre lo que había pasado con las flores.

"Chicos, estoy muy arrepentida por lo que hice. No pensé en cómo eso afectaba al jardín y a todos ustedes. Ahora entiendo que las normas no son aburridas, sino que nos ayudan a cuidar nuestro espacio y a disfrutarlo mejor"-.

"¡Exacto!"-, se sumó Tomás. "Las normas están para que el jardín sea un lugar de alegría para todos"-.

Justo cuando estaban construyendo la casita para el pajarito, se dieron cuenta de que ella había encontrado a su pequeño amigo en el jardín. "Miren, ¡está volando!"- dijo tomas emocionado.

El pájaro comenzó a revolotear alrededor de ellos y, en un giro mágico, se posó sobre la rama más alta de un árbol. Clara miró hacia arriba y sonrió, sintiendo que su acto de solidaridad había unido aún más al grupo.

"Ahora que sabemos lo importantes que son las normas, ¿qué les parece si hacemos una reunión cada semana para recordar cómo cuidar nuestro jardín y ayudarnos entre nosotros?"-, sugirió Santiago.

"¡Me parece genial!"-, contestó Clara. "De esta manera cada uno podrá aportar ideas y, si alguien se olvida de las normas, lo recordamos sin enojos"-.

Así, formaron un grupo para cuidar del jardín guiados por sus propias normas de convivencia. Con cada semana que pasaba, el jardín floreció aún más y la amistad entre ellos se hizo más fuerte.

Desde ese día, Clara nunca volvió a romper una norma. Ella había aprendido que convivir es cuidar del otro y del lugar que comparten. El jardín, lleno de risas y flores, se convirtió en el corazón del pueblo, donde todos aprendieron que las normas de convivencia son esenciales para vivir en armonía.

Y así, el jardín de la amistad siguió creciendo lleno de amor y respeto, gracias a todos sus pequeños cuidadores que aprendieron a convivir juntos con alegría.

FIN.

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