El Jardín de la Amistad
Había una vez un grupo de amigos que vivían en un pequeño pueblo llamado Arcoíris. Este lugar era conocido por sus hermosos jardines y casas de colores. Un día, los amigos decidieron que querían tener el jardín más bonito del pueblo, lleno de flores y plantas mágicas. El grupo estaba formado por Valentina, una niña con mucha energía; Tomás, que siempre tenía las mejores ideas; Sofía, que adoraba dibujar; y Lucas, un niño muy curioso.
Un día, Valentina propuso:
"¡Chicos! ¿Qué les parece si hacemos un jardín espectacular en mi casa? ¡Podemos invitar a todos los vecinos a la inauguración!"
Tomás se emocionó y dijo:
"¡Sí! Pero necesitamos plantas especiales, quizás unas que brinden suerte y otras que hagan sonreír a la gente."
Sofía, con su libreta de dibujos, comenzó a imaginar cómo sería el jardín:
"Podemos hacer caminos de piedras y poner colores brillantes por todas partes. ¡Hasta podríamos crear una fuente de agua!"
"¡Y podemos regalar plantas a quienes vengan!" agregó Lucas
Los amigos comenzaron a trabajar en su plan. Fueron al vivero del pueblo y hablaron con la dueña, la señora Rosa, quien había cultivado las más hermosas flores durante años. Les dijo:
"Para que un jardín sea especial, no solo hace falta buen terreno y plantas, sino también mucho amor y cuidado."
Los niños se pusieron manos a la obra. Con cada planta que sembraban, contaban historias sobre cada una de ellas. Valentina eligió una planta llamada —"Sonrisa" que, según la señora Rosa, hacía que quien la mirara se sintiera feliz. Sofía, en su cuaderno, anotó:
"Cada vez que riegue esta planta, le contaré un chiste a alguien para que sonría."
Los días pasaron y el jardín comenzó a crecer. Pero una tarde, una fuerte tormenta se desató. El viento sopló con fuerza y algunos de los detalles que habían hecho volaron lejos.
"¡Oh no! ¿Y ahora? Todo nuestro esfuerzo..." suspiró Tomás, preocupado.
Valentina, intentando mantener el ánimo, respondió:
"No podemos rendirnos. ¡Juntos podemos arreglarlo!"
Los amigos se reunieron y buscaron cada detalle que se había perdido. Aunque estaban cansados, querían que su jardín siguiera siendo un lugar mágico. En ese proceso, se dieron cuenta de que lo más importante no eran los adornos, sino la diversión que habían tenido trabajando juntos.
Cuando finalmente terminaron, el jardín era hermoso. ¡Y la situación les había enseñado a trabajar en equipo y a valorar la amistad! La gran inauguración del jardín fue un éxito. Muchos vecinos vinieron, algunos incluso trajeron sus propios dibujos y plantas para compartir.
"Este jardín no solo es nuestro, ¡es de todos!" exclamó Lucas.
La señora Rosa se acercó y les dijo:
"Hicieron un trabajo espectacular, ¡estoy muy orgullosa de ustedes! La semilla más importante que han cultivado aquí es la amistad y el cariño. ¡Sigan así!"
Desde ese día, el jardín de Valentina se convirtió en un lugar de encuentro para todos los niños del pueblo. Cada fin de semana, organizaban juegos, compartían historias y, sobre todo, sonrisas. Aprendieron que la felicidad no se mide por las cosas materiales, sino por los momentos y las risas compartidas.
Y así, Valentina, Tomás, Sofía y Lucas vivieron muchos años felices, rodeados de flores, amigos y una gran alegría.
Fin.
FIN.