El jardín de la amistad
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Sonrisas, una niña llamada Andrea. Andrea era conocida por sus hermosos ojos azules y su cabello rizado como las nubes del verano, pero también era famosa por su falta de perdón. A veces, incluso las cosas más pequeñas la hacían fruncir el ceño.
Un día, mientras jugaba en el parque, su amiga Clara le pidió prestada su muñeca favorita. A Andrea no le gustó la idea.
"No, Clara. ¡No puedes jugar con mi muñeca!" - dijo Andrea, apretando los labios.
Clara, triste y decepcionada, se alejó. Ese mismo día, mientras jugaba sola, Andrea vio a un grupo de niños riendo y divirtiéndose juntos. Su corazón se puso un poco triste.
"¿Por qué siempre estoy sola?" - murmuró para sí misma.
Al día siguiente, Andrea encontró un pequeño robot en su jardín. Movía sus brazos y piernas de una manera muy simpática. Lo llamó Tico y decidió llevarlo a la escuela.
Cuando Andrea llegó al aula, todos los niños se acercaron a admirar a Tico.
"¡Wow, qué increíble!" - exclamó Tomás, su compañero.
"¡Puedo hacerlo bailar!" - respondió Andrea, orgullosa de su nuevo amigo.
Pero cuando Andrea comenzó a mostrar a Tico, accidentalmente chocó con Clara, quien llevaba un vaso de jugo de naranja.
"¡Mira lo que hiciste!" - gritó Clara, mientras el jugo se derramaba sobre su camisa.
Andrea se sintió enojada.
"No es mi culpa, ¡tú deberías cuidar tus cosas!" - respondió, cruzándose de brazos.
Al ver las lágrimas en los ojos de Clara, algo dentro de Andrea empezó a cambiar. El día pasó, pero la imagen de Clara triste la siguió a casa.
Esa noche, mientras Tico bailaba para ella, Andrea pensó en cómo Clara solo quería jugar. Se dio cuenta de que a veces era difícil compartir y perdonar, pero el amor y la amistad eran más importantes que un juguete.
A la mañana siguiente, Andrea decidió hacer algo diferente. Llevó a Tico al parque y, al ver a Clara, se acercó con un par de galletas que había horneado con su mamá.
"Hola, Clara. Esta es para vos. Lo siento por lo de ayer. ¿Querés jugar conmigo y Tico?" - dijo, nerviosa pero decidida.
Clara miró a Andrea con sorpresa y sonrió con alegría.
"¡Sí! Me encantaría. Gracias, Andrea!" - respondió, con una gran sonrisa.
Juntas, jugaron hasta que el sol comenzó a ocultarse. Andrea sintió una calidez en su corazón. Al día siguiente, Andrea siguió practicando el perdón.
Cada vez que alguien hacían algo que la molestaba, tomaba un respiro y pensaba en lo que su corazón realmente quería.
"Está bien, todos cometemos errores..." - decía Andrea en voz alta mientras miraba a sus nuevos amigos.
Entonces sucedió algo mágico. Andrea no solo aprendió a perdonar, sino que también descubrió que tenía un don especial para hacer reír a los demás. Con cada risa y cada perdón, su jardín interior empezó a florecer, lleno de colores y amistad.
A lo largo de los meses, Andrea se convirtió en el corazón del grupo, organizando juegos y llenando de alegría a todos.
Un día organizó una fiesta de despedida para Tico, ya que había decidido que era hora de compartirlo con otros niños.
"Todos pueden jugar con Tico y aprender a ser amigos. ¡Porque la amistad siempre debe crecer!" - pronunció orgullosa.
Y así, el pequeño jardín de Andrea floreció con amor y perdón, y nunca volvió a ser el mismo. Ahora, cada vez que alguna nube oscura de tristeza asomaba, Andrea recordaba que el amor y el perdón podían transformar cualquier cosa.
Desde ese día, el pueblo de Sonrisas no solo tuvo a Andrea, la niña con ojos azules y cabello rizado, sino también a Andrea, la niña que aprendió a amar y perdonar.
FIN.