El Jardín de la Amistad



En un pequeño pueblo lleno de flores y risas, vivía una niña llamada Lila. Lila era conocida por su bondad y su amor por la naturaleza. En su jardín, cultivaba las flores más bellas y coloridas que uno pudiera imaginar. Pero había algo que la perturbaba: su amiga Ema parecía ser un poco grosera con ella en los últimos tiempos.

Una tarde soleada, Lila estaba en su jardín, cuidando de sus plantas, cuando Ema llegó con un gesto despectivo.

"¿Por qué te pasas horas aquí? Es solo un montón de tierra y plantas, Lila. No entiendo cómo te divierte esto."

Lila, un poco triste por las palabras de Ema, decidió no dejar que eso le arruinara el día.

"Bueno, Ema, cada planta que cuido me trae alegría. ¿Te gustaría ayudarme a plantar algunas semillas?"

Ema frunció el ceño.

"No gracias, prefiero hacer otras cosas más interesantes."

Lila sonrió, aunque Ema parecía alejarse más y más de ella. Esa tarde, cuando Ema dejó de visitarla, Lila decidió sembrar nuevas flores en su jardín. Al día siguiente, las semillas germinaron rápidamente, y al amanecer, Lila se encontró con un espectáculo deslumbrante.

Sintió que era el momento ideal para invitar a Ema a ver su jardín. Cuando Ema llegó, se sorprendió al ver las flores.

"¡Guau! No sabía que podías hacer esto, Lila. Están hermosas."

"Gracias, Ema. Quería compartir esto contigo. Siempre hay algo nuevo que aprender y disfrutar.", respondió Lila con una genuina sonrisa.

Sin embargo, Ema, en vez de sentirse feliz por su amiga, comenzó a sentirse celosa.

"Bueno, no es para tanto. Las flores no hacen que seas especial."

Lila se sintió herida pero trató de no dejar que las palabras de Ema la afectaran.

Al pasar los días, Ema continuó siendo distante y, en ocasiones, hiriente. Pero Lila nunca dejó que eso la desanimara. Decidió hacer algo diferente. Un día, invitó a Ema a un picnic en su jardín, con dulces y limonada fresca.

"¡Vamos, Ema! Esta vez quiero disfrutar juntas bajo el sol. No hay nada como el aire fresco y la buena compañía."

Ema dudó un momento.

"No sé, Lila…"

"¡Vamos! Lo pasaremos genial."

Finalmente, Ema aceptó.

Mientras compartían la comida y hablaban, Lila notó que Ema comenzaba a sonreír.

"Gracias por invitarme. A veces no sé cómo estar cerca tuyo. Mis inseguridades se aduejan de mí."

Lila, con un brillo en sus ojos, le respondió:

"No tenés por qué sentirte insegura, Ema. Siempre he creído que cada persona tiene algo especial. Aunque a veces discutan, la amistad está por encima de todo."

Ema se sintió culpable y dijo:

"Siento mucho haber sido mala contigo. Eres una gran amiga, y a veces no sé cómo demostrarlo."

Ambas niñas se abrazaron, y Lila le dijo:

"Si alguna vez te sientes insegura, solo dímelo. Te ayudaré a crecer, así como las flores que cuidamos juntas en el jardín."

"¡Me encantaría eso!"

Desde ese día, Ema se dedicó a aprender sobre el jardín y a desterrar sus inseguridades, mientras Lila la apoyaba en cada pequeño paso que daba.

Con el tiempo, su amistad floreció tanto como las flores de Lila, y ambas aprendieron que la verdadera amistad implica apoyo, comprensión y, a veces, un poco de paciencia.

Y así, en su pequeño pueblo, Lila y Ema no solo cultivaron su jardín, sino también una poderosa amistad que solo se hacía más fuerte con cada desafío que enfrentaban juntas.

Y siempre recordaban que, aunque a veces hay nubarrones en el cielo, siempre después de la tormenta viene la luz del sol que hace brillar aún más las flores.

El fin.

FIN.

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