El jardín de la amistad


Había una vez una familia que decidió mudarse a una casa nueva. Los papás, Marta y Juan, estaban muy emocionados por el cambio, pero su hijo Felipe no estaba tan contento.

A Felipe le preocupaba dejar atrás su antigua casa y sus amigos del vecindario. El día de la mudanza llegó y toda la familia se puso manos a la obra. Cargaron cajas, muebles y muchas cosas más en el camión de mudanzas.

Cuando finalmente llegaron a su nuevo hogar, se dieron cuenta de que era un lugar hermoso con un gran jardín. Felipe miró alrededor y vio muchas plantas y árboles en el jardín.

"¡Mamá, papá! ¡Tenemos que cuidar todas estas plantas!", exclamó él emocionado. Marta sonrió y asintió. "Así es, Felipe", dijo ella. "Vamos a ser responsables de cuidar este jardín y hacerlo crecer". Después de desempacar todas las cosas, Felipe salió al jardín para explorarlo mejor.

Allí encontró un pequeño conejo blanco que parecía perdido. El conejo tenía hambre y sed, así que Felipe corrió adentro para buscarle algo de comer.

Cuando regresó con zanahorias frescas del mercado para el conejo, lo encontró jugando con su hermano menor Lucas en el patio trasero. "¡Mira Lucas! Encontré un nuevo amigo animal", dijo Felipe emocionado mientras sostenía las zanahorias frente al conejito. Lucas aplaudió emocionado e intentó acercarse al conejo lentamente.

El conejo, al ver a Lucas tan cerca, se asustó y corrió hacia el jardín. "¡Oh no! Se fue", dijo Felipe decepcionado. Marta se acercó a ellos sonriendo. "No te preocupes, Felipe. Seguro que volverá cuando tenga hambre otra vez".

Felipe asintió y decidió construir una pequeña casita para el conejo en el jardín. Con la ayuda de su papá, construyeron una casa de madera con un techo de hojas secas y lo colocaron en un rincón del jardín.

"Ahora tendrá un lugar seguro para vivir", dijo Felipe satisfecho. Pasaron los días y la familia se adaptaba cada vez más a su nuevo hogar. Cuidaban las plantas, regaban el jardín y disfrutaban de largos paseos por los alrededores.

Un día, mientras todos estaban sentados en el patio trasero tomando mate, escucharon un ruido extraño proveniente del árbol más grande del jardín. Era un gatito negro que había subido hasta lo más alto del árbol y no sabía cómo bajar.

"¡Pobrecito! Necesita nuestra ayuda", exclamó Marta preocupada. Felipe rápidamente buscó una escalera larga y subió hasta donde estaba el gatito atrapado. Con mucho cuidado, lo bajó entre sus brazos mientras Lucas lo miraba fascinado desde abajo.

Cuando finalmente tuvieron al gatito a salvo en sus brazos, decidieron llamarlo —"Negrito"  por su pelaje oscuro brillante. A partir de ese día, Negrito se convirtió en el nuevo integrante de la familia.

Felipe, Lucas y Negrito pasaban horas jugando juntos en el jardín, mientras Marta y Juan cuidaban de las plantas y los animales. Con el tiempo, la casa nueva se llenó de amor, alegría y nuevas experiencias.

La familia aprendió a trabajar en equipo para cuidar su hogar y a todos sus habitantes. Descubrieron que cambiar de casa no significaba perder lo que tenían antes, sino ganar nuevas oportunidades para crecer y ser felices.

Y así, vivieron felices en su casa nueva con sus papás, hermanos, plantas y animales por siempre jamás.

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