El Jardín de la Amistad
En un pequeño pueblo llamado Verde Esperanza, había una escuela conocida por su hermoso jardín. Los alumnos de la escuela se llamaban a sí mismos "Los Guardianes del Jardín" porque siempre cuidaban de las plantas y flores que hacían de su escuela un lugar especial.
Un día, mientras los alumnos jugaban en el patio, el maestro Martín decidió hacer una reunión con todos para hablar sobre algo muy importante. Todos los niños se sentaron en círculo, emocionados.
"Chicos, este año tenemos una misión muy especial", comenzó el maestro.
"¿Qué misión, señor?", preguntó Sofía, una de las alumnas más entusiastas.
"Vamos a crear un jardín comunitario donde no solo plantaremos flores y verduras, sino que también invitaremos a nuestras familias a colaborar con nosotros", explicó Martín.
"¡Sí! ¡Quiero tener tomates grandes!", gritó Juan, un niño soñador.
"Y yo quiero sembrar girasoles", añadió Valentina, que amaba el color amarillo.
"¿Cómo podemos hacer que nuestros padres nos ayuden?", preguntó Mateo, curioso.
"Vamos a hacer una reunión de padres y los invitaremos a participar", sugirió el maestro.
La emoción se desbordó entre los chicos. Todos habían traído algunos lápices de colores y comenzaron a dibujar sus ideas para el nuevo jardín. En un rincón, Valentina pintó un sol brillante y grandes flores de colores, mientras que Juan dibujaba un tomate gigante.
Al día siguiente, el maestro Martín organizó la reunión de padres. Todos fueron a la escuela y se sentaron en el aula con entusiasmo.
"Queridos padres, los invitamos a formar parte de un nuevo proyecto de jardín que involucra a sus hijos y la comunidad", anunció el maestro.
"¡Suena genial!", exclamó la mamá de Juan.
"Sí, ¡podemos armar una hermosa actividad en familia!", agregó la mamá de Sofía.
Los padres se entusiasmaron, y juntos planificaron todo para que el próximo sábado fuera un gran día. Prepararon los materiales, semillas, herramientas y comida para compartir después del trabajo.
El día llegó, y Verde Esperanza se llenó de risas y entusiasmo. Los niños llevaron sus dibujos y los padres comenzaron a cavar la tierra.
"¡Qué modo de recrear esta área verde!", comentó el papá de Mateo mientras plantaba.
"Sí, y estoy segura de que será un lugar donde todos podamos jugar y aprender juntos”, respondió la mamá de Valentina.
La jornada fue intensa, pero muy divertida. Todos trabajaron duro. Al final del día, tenían un jardín lleno de vida: tomates, girasoles, lechugas y muchas plantas más. Los padres, felices, decidieron organizar un festejo en el jardín para celebrar el esfuerzo de todos.
"¡Esto se merece una fiesta!", dijo el papá de Juan, y todos aplaudieron.
"¡¿Deberíamos poner una fecha? !", sugirió Sofía.
"¿Qué tal el próximo fin de semana?", propuso el maestro Martín.
La fiesta fue un gran éxito. Había risas, juegos, y cada familia llevó algo para compartir. Casi todos llevaban algo del jardín para la comida, y el ambiente fue de pura alegría.
En medio de la celebración, Martín se acercó a los niños.
"Chicos, creo que nuestro jardín es más que un lugar para plantar. Es también un espacio donde cultivamos amistades", dijo el maestro.
"Sí, por eso lo llamaremos El Jardín de la Amistad", añadió Valentina.
Todos estuvieron de acuerdo y rieron felices. Desde aquel día, el Jardín de la Amistad se convirtió en un lugar especial, no solo para aprender sobre plantas, sino también sobre la importancia de la familia, la comunidad y la amistad.
Los Guardianes del Jardín siguieron cuidando de su hermoso espacio, y cada semana, el jardín florecía más y más, convirtiéndose en un símbolo de unión en Verde Esperanza. Cada planta crecía libremente, al igual que sus corazones. Y así, comprendieron que juntos podían hacer cosas grandiosas, como un verdadero equipo.
FIN.