El Jardín de la Amistad



En un pequeño pueblo, había un hermoso jardín donde todos los niños solían jugar. El jardín estaba lleno de flores de todos colores y árboles frondosos que ofrecían sombra. Sin embargo, había un grupo de chicos que no se llevaban bien y solían pelear entre ellos, lo que hacía que el jardín no fuera tan divertido.

Un día, mientras jugaban a la pelota, Juan, el líder del grupo, lanzó la pelota tan fuerte que hizo que se rompiera la cerca del jardín.

"¡Ah, no! Mira lo que hiciste, Juan!" - exclamó Ana, una de las chicas del grupo.

"No fue mi culpa, la pelota se me escapó" - respondió Juan, encogiéndose de hombros.

Los demás niños comenzaron a murmurar, y la tensión aumentó. En lugar de resolver el problema, comenzaron a discutir sobre quién tenía que arreglar la cerca.

"Yo no voy a hacer nada, ustedes siempre me culpan a mí" - dijo Lucas, cruzándose de brazos.

Fue entonces cuando apareció la abuela de Ana, que estaba cuidando las flores del jardín. Ella, con una sonrisa y voz suave, se acercó a los niños.

"¿Qué está pasando, pequeños?" - preguntó.

"Juan rompió la cerca y ahora no sabemos quién la va a arreglar" - respondió Ana, un poco frustrada.

"Entiendo. Pero, ¿no creen que podrían encontrar una solución juntos?" - sugirió la abuela.

Los niños miraron a la abuela, pensando en sus palabras.

"¿Cómo vamos a hacer eso si todos nos estamos peleando?" - dijo Lucas.

"El respeto es la clave. Si se escuchan y trabajan juntos, pueden lograr lo que se propongan" - explicó la abuela.

Esa noche, Ana pensó en lo que había dicho su abuela. Al día siguiente, decidió invitar a los chicos a su casa.

"Chicos, ¿qué les parece si nos juntamos después de la escuela para charlar sobre la cerca?" - propuso Ana.

"Está bien, pero solo si dejamos de pelear" - respondió Juan, algo dudoso.

Llegado el día de la reunión, los niños se convocaron en casa de Ana.

"Gracias por venir, chicos. Quiero que todos hagamos una lista con las ideas para arreglar la cerca" - comenzó Ana, con una sonrisa.

Juan llevó una hoja y todos empezaron a aportar ideas.

"Podríamos pedir ayuda a algún adulto" - sugirió Lucas.

"O podríamos comprar tablones y armarla nosotros" - agregó Juan.

"También podemos plantar flores alrededor para embellecerla" - dijo Ana.

Así, los niños fueron logrando ponencias y comenzaron a hablarse con amabilidad.

"En lugar de pelear, es más divertido trabajar en equipo" - expresó Ana.

Al final, decidieron juntarse el fin de semana, cada uno aportando algo para arreglar la cerca.

"¡Esto va a ser un gran proyecto!" - dijo Juan entusiasmado, y los niños se rieron juntos.

Cuando llegó el día, se encontraron en el jardín. Llenaron una camioneta con tablones, herramientas y muchas risas. Una vez que se pusieron a trabajar, comenzaron a charlar sobre sus cosas favoritas.

"¿A quién le gusta el fútbol?" - preguntó Lucas.

"Yo, me encanta!" - respondió Juan.

"Y a mí me gusta la pintura" - agregó Ana.

Con el tiempo, la cerca fue reparada, y a su alrededor, los niños plantaron muchas flores. Cada vez que veían lo que habían hecho en equipo, se sentían más felices.

"¿Vieron? El respeto y la colaboración hacen que todo sea más fácil y divertido" - comentó Lucas.

Desde ese día, no solo el jardín se llenó de colores, sino que también su amistad floreció. Los niños aprendieron que escucharse y respetarse era la clave para tener un buen tiempo juntos. Así, el jardín pasó a ser el lugar favorito de todos, donde podían jugar, compartir y disfrutar de la amistad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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