El Jardín de la Amistad



Érase una vez en un pequeño pueblo donde todos vivían felices y contentos. Había un hermoso jardín en el centro del pueblo, lleno de flores de todos los colores. Cada mañana, los niños del pueblo se reunían en el jardín para jugar y correr, disfrutando de la primavera.

Un día, un nuevo niño llegó al pueblo. Se llamaba Pablo y se veía un poco triste. Tenía miedo de hacerse amigos, así que decidió quedarse en un rincón del jardín mirando a los demás jugar.

Mientras tanto, Sofía, una niña alegre y espontánea, notó que Pablo estaba solo y se acercó a él.

"Hola, soy Sofía. ¿Por qué no juegas con nosotros?" - preguntó con una sonrisa.

Pablo miró al suelo y respondió:

"No sé jugar bien, y no quiero que se rían de mí."

Sofía pensó por un momento y le dijo:

"No importa si no sabes jugar. Todos estamos aquí para divertirnos. ¿Quieres que te enseñe a jugar al escondite?"

Pablo dudó, pero finalmente asintió con la cabeza. Sofía le mostró las reglas del juego y pronto se unieron al resto de los niños. Para su sorpresa, disfrutó mucho y rió como nunca.

Sin embargo, mientras jugaban, León, un niño un poco mayor que los demás, empezó a burlarse de Pablo.

"¡Mirá cómo se esconde! Es muy malo en esto!" - se rió León.

A Pablo le dio vergüenza y sintió que quería irse, pero Sofía lo tomó de la mano.

"Espera, Pablo. ¡A veces la gente no entiende! Primero, siempre hay que pensar en cómo se siente el otro. ¿Por qué no intentamos hablar con León?"

Pablo miró a Sofía con ojos grandes y asintió, aunque estaba un poco nervioso. Juntos se acercaron a León.

"Hola, León. Quería decirte que Pablo se siente triste por lo que dijiste. ¿Podrías ser un poco más amable?" - explicó Sofía.

León se quedó sorprendido por la valentía de Pablo y la empatía de Sofía. Nunca había pensado cómo sus palabras podían afectar a los demás.

"Lo siento, Pablo. No quise lastimarte. A veces me emociono y olvido pensar en los sentimientos de los demás. Vamos a jugar juntos. ¿Te gustaría?"

Pablo sonrió, sintiéndose aliviado y agradecido.

"¡Sí, me gustaría! Gracias, León!"

Desde ese día, Pablo no solo se sintió parte del grupo, sino que también se volvió un jugador experto en el escondite. Y lo más importante, León aprendió a ser más amable y a pensar antes de hablar.

Así, el jardín se convirtió en un lugar mágico donde la amistad y la empatía florecían con cada rayo de sol. Los niños aprendieron que todos somos diferentes y que, al cuidar los sentimientos de los demás, hacen del mundo un lugar mejor.

Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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