El Jardín de la Amistad



En un pequeño pueblo llamado Colibrí, había un encantador jardín que pertenecía a la abuela Rosa. Todos los niños del pueblo amaban jugar ahí, pero había un problema: la abuela Rosa, aunque amable, no podía cuidar el jardín sola. Un día, mientras jugaban, Juan, Ana y Lucho escucharon a la abuela suspirar.

"¿Qué te pasa, abuela Rosa?" - preguntó Juan.

"El jardín se está llenando de malas hierbas y no tengo fuerzas para cuidarlo como solía hacer" - respondió la abuela, mirando entristecida a sus flores marchitas.

Los niños se miraron entre sí y Ana, la más entusiasta del grupo, dijo:

"¿Y si organizamos una jornada de trabajo para ayudar a la abuela? Podemos invitar a todos nuestros amigos."

Lucho, que siempre pensaba en el bien de los demás, agregó:

"Eso suena genial, pero necesitamos que todos se sientan incluidos. Tal vez algunos piensen que no son buenos cuidando plantas."

Juan, que amaba la idea, dijo:

"Podemos hacer un juego. Cada uno aporta algo especial. Algunos pueden regar, otros sembrar, y otros pueden simplemente contar historias mientras trabajamos."

Decididos a ayudar, los niños corrieron por el pueblo invitando a todos. Algunos dudaron, pero Juan les dijo:

"¡Es un espacio para todos! Siempre podemos aprender juntos. Sólo necesitamos el esfuerzo de cada uno."

El día de la actividad llegó. Todos los chicos, grandes y pequeños, se reunieron en el jardín. Abuela Rosa los recibió con una gran sonrisa. Mientras trabajaban, Lucho notó que un grupo de niños estaba un poco aislado, sin saber qué hacer. Se acercó y les dijo:

"La abuela siempre cuenta historias. ¿Quieren escuchar una mientras nos ayudan?"

Los niños aceptaron y pronto se unieron al grupo. La jornada avanzó y todos se divirtieron, compartiendo risas y trabajo. Después de un largo día, el jardín comenzó a verse diferente: lleno de risas, flores y buenos recuerdos.

Al final de la jornada, abuela Rosa, emocionada y llena de gratitud, miró alrededor y dijo:

"Esto no solo es un jardín, es un hermoso lugar donde todos aprendimos a trabajar juntos y a cuidarnos."

Juan, Ana y Lucho se sonrieron, sabiendo que habían creado un lazo que iba más allá del jardín. Aprendieron que la solidaridad, la equidad y la fraternidad no eran solo palabras, eran acciones que podían cambiar su comunidad.

A partir de ese día, el jardín de la abuela Rosa no solo floreció, sino que se convirtió en un símbolo de unión en Colibrí. Todos los domingos, el pueblo se reunía para cuidar y disfrutar del jardín, allí donde la amistad y los valores crecían tan fuertes como las flores. Así, Colibrí se convirtió en un lugar aún más hermoso, lleno de amor y respeto por todos.

FIN.

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