El Jardín de la Amistad



En un pequeño pueblo llamado Colibrí, había un jardín mágico que florecía solo cuando los niños compartían y ayudaban a los demás. Cada año, al llegar la primavera, todos los niños se reunían en el jardín para celebrar la Fiesta de la Amistad, donde podían jugar, reír y cultivar hermosas flores que solo crecían con buenos valores.

Una mañana, cuatro amigos: Pablo, Sofía, Matías y Lucía, decidieron que este año crearían la mejor fiesta que Colibrí había visto.

"¡Vamos a cultivar las flores más hermosas!" - dijo Matías, emocionado.

"Sí, pero primero debemos trabajar en equipo y ayudarnos entre nosotros" - añadió Lucía.

"Yo puedo traer las semillas y un regador" - ofreció Pablo.

"Yo puedo buscar tierra y fertilizante" - dijo Sofía, llena de energía.

Los amigos se pusieron a trabajar. En el camino al bosque para recoger tierra, se encontraron con una ardilla que parecía estar en apuros.

"¡Ayuda!" - gritó la ardilla. "No puedo alcanzar la nuez que se cayó en el río!"

Los niños se miraron entre sí, algo indecisos.

"¡Debemos ayudarla!" - exclamó Sofía. "¡Puede que nos cueste un poco de tiempo, pero es lo correcto!"

"Sí, pero tenemos una meta que cumplir y no podemos perder tiempo" - dijo Matías, un poco molesto.

Lucía, que siempre había sido la mediadora del grupo, intervino.

"Matías, ayudando a la ardilla también estamos demostrando buenos valores. Esto es parte de lo que queremos que nuestra fiesta represente".

Finalmente, todos coincidieron en ayudar a la ardilla. Con mucho cuidado, Pablo extendió su mano y logró sacar la nuez del agua. La ardilla, agradecida, les sonrió.

"¡Gracias, amigos! Los invitaré a disfrutar de las nueces que recolecto todos los días!" - dijo la ardilla feliz y se marchó corriendo.

Con una sonrisa en el rostro, los cuatro amigos continuaron su camino al jardín. Sin embargo, la aventura no había terminado. Cuando llegaron al lugar elegido, se dieron cuenta de que el suelo estaba cubierto de piedras.

"Esto será un gran obstáculo" - mencionó Matías, desalentado.

"No puedo mover todas estas piedras yo sola" - se quejó Sofía.

"¿Qué hacemos ahora?" - preguntó Pablo.

Lucía pensó por un momento y luego dijo:

"No podemos hacerlo solos, pero juntos podremos. Dividámonos y movamos las piedras en equipo".

Cada uno se ocupó de una parte del jardín y trabajaron codo a codo, riendo y alentándose mutuamente. Al final del día, habían limpiado todo y estaban listos para plantar las semillas.

Con la tierra preparada y las semillas plantadas, los amigos se sentaron a descansar. Miraron a su alrededor y vieron cómo el jardín comenzaba a cobrar vida.

"¡Esto va a ser increíble!" - dijo Matías.

"Sí, y todo gracias a que decidimos ayudarnos entre nosotros y a otros" - comentó Pablo, orgulloso.

Cuando llegó el día de la fiesta, el jardín estaba lleno de coloridas flores, y todos los niños del pueblo vinieron a celebrar junto a ellos. La fiesta fue un éxito, y la ardilla también se presentó, trayendo un montón de nueces.

"Gracias por ayudarme, amigos. Hoy también vine a compartir con ustedes" - dijo la ardilla.

"¡Qué bien, ahora seremos amigos!" - exclamó Lucía.

Los niños aprendieron que al ayudar a otros, no solo hicieron una buena acción, sino que también crearon la mejor fiesta de todas. El jardín de la amistad floreció como nunca antes, y los valores como la solidaridad, la empatía y la unión llenaron sus corazones, recordándoles que los pequeños actos de bondad siempre dan grandes frutos.

Desde aquel día, cada primavera en el pueblo de Colibrí, los niños no solo cultivaban flores, sino que también cultivaban buenos valores, asegurando que el jardín mágico floreciera eternamente.

FIN.

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