El Jardín de la Amistad
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Florentia, dos amigos inseparables: Lila, una niña aventurera con una melena rizada como un arbusto, y Leo, un niño tranquilo que siempre llevaba consigo un libro de cuentos. Juntos, pasaban horas explorando su mundo y compartiendo sueños.
Un día, mientras paseaban por el parque, Lila tuvo una idea brillante.
"¡Leo! ¿Y si creamos un jardín mágico donde cada planta represente nuestra amistad?"
"¡Eso suena genial!" respondió Leo entusiasmado.
Decidieron que su jardín sería un espacio especial, así que comenzaron a buscar semillas de flores de distintas formas y colores. Juntaron margaritas, girasoles y hasta algunas semillas de lavanda.
Días más tarde, con palas y regaderas en mano, los amigos se pusieron manos a la obra.
"Empecemos aquí, en este rincón soleado", sugirió Lila, señalando un lugar.
"Sí, y podemos poner las margaritas en el borde para que sean las primeras en saludar a quien pase", agregó Leo.
Mientras plantaban las semillas, cantaban y se reían, pero un día, Lila notó algo extraño.
"Leo, parece que algunas de nuestras semillas no están creciendo..."
"Es verdad. Quizás no les dimos suficiente agua", respondió Leo preocupado.
Decidieron investigar. Al día siguiente, se acercaron a una anciana del pueblo que sabía mucho sobre plantas.
"Señora Rosa, ¿puede ayudarnos?" preguntó Lila.
"Claro, chicos. ¿Qué sucede con su jardín?"
Les explicaron su problema y ella sonrió.
"Quizás sus plantas no crecen porque necesitan un poco de amor y compañía. Recuerden que, al igual que en la amistad, hay que cuidarlas y darles tiempo".
Lila y Leo se miraron y comprendieron.
"¡Debemos pasar más tiempo en el jardín!" exclamó Lila.
"Y también hablarles y contarles historias", añadió Leo.
Decidieron ir todos los días a su jardín. Hablaban con las plantas, las regaban, y cada tarde, contaban cuentos bajo el sol. Poco a poco, empezaron a ver cómo las semillas brotaban y florecían, llenando el jardín de vida y color.
Un día, mientras disfrutaban del aroma de las flores, notaron que una de las plantas era diferente. Era una pequeña planta que parecía más débil que las demás.
"Pobre plantita, necesita más amor", dijo Lila.
"Vamos a cuidarla juntas, como hacemos con nuestra amistad", sugirió Leo.
Así que, dedicaron tiempo extra a esa planta, hablándole suavemente y dándole más agua. La amistad de Lila y Leo brillaba en cada gesto, y la planta comenzó a levantar la cabeza.
Un tiempo después, la pequeña planta, ahora una hermosa flor rosa, se convirtió en el símbolo de su jardín.
"Mirá, Lila, nuestra plantita floreció", gritó Leo emocionado.
"¡Es hermosa! Justo como nuestra amistad, que creció con amor!" respondía Lila.
Un día, el pueblo organizó una feria de flores. Decidieron inscribir su jardín.
"Vamos a compartir nuestras flores y nuestra amistad con todos", propuso Leo.
"Sí, ¡haré un cartel que diga que este es un jardín de amigos!" dijo Lila.
El día de la feria, el jardín de Lila y Leo fue el más visitado. Todos querían conocer la historia detrás de las flores. Los niños se acercaban, se emocionaban con las historias y Lila y Leo les contaban sobre cada semilla que plantaron, sobre la importancia de cuidar y mantener la amistad.
Finalmente, el jurado eligió su jardín como el más hermoso, debido no solo a las flores, sino a la historia que habían compartido.
"Nuestra amistad hizo que todo fuera posible“.
"Así es, Lila. Lo más importante en un jardín… es el amor", concluyó Leo.
El jardín de la amistad de Lila y Leo no solo floreció en hermosas flores, sino también en corazones de todos los que lo visitaron. Los amigos aprendieron que, al igual que las plantas, una verdadera amistad necesita atención, cariño y sobre todo, tiempo. Y así, el jardín se volvió un símbolo en el pueblo, mostrando que la amistad puede hacer maravillas, llenando de colores las vidas de quienes la viven.
FIN.