El Jardín de la Amistad
En un pequeño y colorido pueblo, había un hermoso jardín que todos los niños deseaban cuidar. Este jardín era muy especial, ya que en él crecían flores mágicas que sólo florecían con cariño y amistad. Los mejores amigos, Ángel, Ulises y Lizandro, pasaban sus días en el jardín, riendo y cuidando de las plantas. Pero un día, algo cambió.
"¡Miren, miren cómo crecen las flores!" - exclamó Ángel emocionado.
"¡Sí, son las más bellas de todo el pueblo!" - añadió Ulises, saltando de alegría.
"Es todo gracias a que compartimos el cuidado del jardín" - dijo Lizandro con una sonrisa.
Sin embargo, con el tiempo, un sentimiento extraño comenzó a hacerse presente en el corazón de los amigos. Era el miedo a perderse, a no ser el favorito de los demás. Un día, Celes, la nueva niña en el barrio, llegó al jardín y comenzó a ayudar a los tres amigos.
"Hola amigos, ¿puedo ayudarles con las flores?" - preguntó Celes tímidamente.
Al principio, todos estuvieron de acuerdo. Pero a medida que pasaban los días, Ángel comenzó a sentir celos de la atención que Celes recibía por parte de Ulises y Lizandro.
"¿Por qué Celes está aquí?" - murmuró Ángel para sí mismo, sintiéndose triste. "Ya no soy el único que sabe cuidar las flores."
Un día, los amigos decidieron organizar un concurso para ver quién podía hacer la mejor maceta decorativa con flores del jardín. Todos estaban emocionados, excepto Ángel, quien se sentía inseguro por la presencia de Celes. Cuando llegó el día del concurso, Ángel estaba tan triste que no quería participar.
"No quiero competir, mejor me voy" - dijo Ángel con voz apagada.
"¿Por qué no? ¡Vení, Ángel!" - le insistió Ulises. "Es solo un juego, no tienes que sentirte así."
"Sí, además, nos divertimos juntos, no importa quién gane" - agregó Lizandro.
Pero Ángel sólo miró hacia el suelo, sintiendo que quien ganara sería más querido que él.
Celes, al notar la tristeza de Ángel, decidió acercarse a él.
"Hola, Ángel. ¿Está todo bien?" - preguntó con suavidad.
"No sé... me siento un poco... fuera de lugar" - admitió Ángel, sintiendo que sus celos lo habían alejado de sus amigos.
Celes sonrió amablemente y le dijo:
"A mí me gustaría ser parte de su grupo. ¡Admiro cómo cuidan el jardín!"
"¿De verdad?" - preguntó Ángel, sorprendido.
"Sí, la amistad y el trabajo en equipo son mucho más importantes que ganar un concurso" - explicó Celes. "Podemos hacer un hermoso jardín juntos sin importar quién es el mejor."
Ese día, Ángel dio un paso adelante. Se dio cuenta de que sus celos lo estaban alejando de lo más lindo, que era la amistad.
"¡Tienes razón! No quiero perder la amistad de ustedes" - reconoció Ángel con una gran sonrisa. "Vamos a decorar juntos, así el jardín será el mejor, y todos podremos disfrutarlo."
Y así comenzaron a trabajar juntos, ríendo, jugando y creando macetas coloridas. La tristeza y los celos de Ángel se disiparon, y se sintió más feliz que nunca al ver como todos colaboraban unidos.
El concurso terminó siendo una celebración llena de risas y alegría. Mientras los niños admiraban el jardín lleno de colores, Ángel entendió una valiosa lección:
"La amistad se nutre de amor y comprensión, y no necesita de competencia."
El jardín floreció aún más, y los amigos decidieron cuidar de él juntos, colaborando, compartiendo y sobre todo, disfrutando de su hermosa amistad. Así, el jardín se convirtió no solo en un lugar hermoso, sino en un símbolo del cariño que se tenían entre ellos.
Desde entonces, Ángel, Ulises, Lizandro y Celes aprendieron que, aunque en ocasiones pueden surgir celos o tristezas, con amor y comunicación siempre se puede encontrar el camino de regreso a la felicidad y la amistad.
FIN.