El Jardín de la Amistad



Era un hermoso día en el barrio donde vivían Noa, Abderrahman, Sebas, Mario, Daniela Pérez, Carmen, Valeria Fernández y Valeria Valero. Los niños solían jugar juntos en un parque lleno de flores y árboles, pero había algo especial en ese día: habían decidido construir un jardín para compartir.

"¡Vamos a hacer el jardín más lindo del mundo!" - dijo Noa, mirando a sus amigos con entusiasmo.

"Sí, pero necesitamos trabajar en equipo y respetar las ideas de todos," - agregó Abderrahman, siempre pensando en la importancia de la colaboración.

Los niños se reunieron y comenzaron a repartir tareas. Cada uno tenía una idea diferente acerca de cómo podía ser el jardín. Sebas quería plantar rosas, Mario prefería girasoles, mientras que Daniela pensaba en un pequeño estanque.

"Yo creo que deberíamos hacer una mezcla de todo," - sugirió Carmen. "Así cada uno puede aportar algo especial."

Las Valerias se miraron y asintieron. "¡Eso es genial! Pero para que funcione, tenemos que respetar cómo se hace cada cosa," - afirmó Valeria Fernández.

Sin embargo, a medida que comenzaban a trabajar, cada uno empezó a defender su idea con mucha fuerza. Mario insistía en que los girasoles debían estar en la esquina del jardín, mientras que Sebas no quería que las rosas estuvieran tan cerca del estanque.

"¡Mis girasoles son más importantes!" - gritó Mario.

"¡Pero las rosas son hermosas y merecen un buen lugar!" - respondió Sebas, muy molesto.

Las voces comenzaron a alzarse y los niños se olvidaron de la idea original.

Valeria Valero miró a sus amigos con tristeza. "¿Para qué estamos peleando? El jardín debería ser un lugar feliz, donde todos podamos disfrutar y sentirnos bien."

Los niños hicieron una pausa. Se miraron entre ellos y empezaron a darse cuenta de que estaban olvidando lo más importante: que estaban construyendo un jardín juntos.

"Tenés razón, Valeria,” - dijo Daniela. - “La amistad es más importante que quién tiene la mejor idea. Deberíamos respetar las opiniones de cada uno y encontrar una solución que nos ayude a todos."

Abderrahman, que había estado observando, habló: "¿Y si hacemos un espacio para cada tipo de flor? Así cada uno puede tener su parte especial en el jardín."

Todos asintieron emocionados. Así que decidieron dividir el jardín en diferentes áreas, asignando uno para las rosas, otro para los girasoles y otro para un estanque.

"¡Me encanta esa idea!" - dijo Carmen, sonriendo.

Con nuevas energías, volvieron a trabajar. Todos colaboraron y se ayudaron entre sí. Se dieron cuentas de que al complementar sus ideas, el jardín se volvía cada vez más hermoso y lleno de vida. En poco tiempo, lograron crear el jardín que tanto soñaban.

Finalmente, al ver todo el trabajo juntos, Daniella observó: "¡Miren lo que logramos! Justo aquí, en este jardín, hemos demostrado que la amistad y el respeto son verdaderamente valiosos."

Así, en el medio del parque, se formó un lugar mágico donde cada niño podía disfrutar de su parte y aprender a valorar las ideas de los demás. Con risas y juegos, se comprometieron a cuidar su jardín y a siempre recordar lo importante que fue trabajar juntos.

"¡Nunca olvidemos lo que aprendimos hoy!" - exclamó Noa.

Y así, a partir de ese día, el jardín se convirtió no solo en un refugio de belleza, sino también en un símbolo de su amistad y respeto mutuo.

Cada vez que jugaban allí, recordaban que las diferencias podían unirse, creando algo aún más hermoso.

FIN.

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