El Jardín de la Amistad
En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, la maestra Clara siempre soñaba con crear un jardín donde todos los niños pudieran jugar y aprender juntos. Se decía que el jardín tendría flores de todos los colores, porque ella creía que cada niño era único y especial.
Un día, Clara decidió reunir a todos los niños del pueblo para contarles su idea.
"¡Hola, chicos! Quiero que me ayuden a crear un jardín muy especial. Cada uno de ustedes puede aportar algo. ¿Quién se anima?"
Los niños comenzaron a murmurar, y entre risas, Tomás, un niño con una gran pasión por la naturaleza, se levantó.
"¡Yo puedo traer las semillas de las flores más hermosas!"
"¡Y yo puedo ayudar a regar!" dijo Sofía, quien siempre había sido la más rápida corriendo.
Pero no todos se sentían tan entusiasmados. Leonel, un niño nuevo en la escuela que tenía mucha dificultad para hablar y moverse, se quedó en un rincón, observando tímidamente.
Clara se dio cuenta y se acercó.
"¿Qué te parece, Leonel? ¿Te gustaría ayudarnos a decorar el jardín?"
Leonel sonrió por primera vez, aunque seguía un poco inseguro.
"No sé..." murmuró.
"No te preocupes. Aquí todos somos importantes, y juntos hacemos un gran equipo", le dijo Clara.
Los días siguieron y los niños comenzaron a trabajar en el jardín. Trajeron semillas, tierra y herramientas. Pero había un problema: no sabían cómo hacer que Leonel se sintiera incluido.
Un día, Clara decidió hacer una reunión.
"Chicos, hoy necesitamos pensar en una forma de incluir a Leonel. ¿Cómo podemos hacer que se sienta parte del grupo?"
Sofía propuso:
"¡Podríamos hacer murales! Leonel puede dibujar cosas que le gusten para el jardín."
Tomás asintió con la cabeza:
"¡Eso es genial!"
Y así, decidieron que Leonel sería el artista del grupo. Al principio, Leonel estaba nervioso, pero los chicos lo animaron:
"¡Vamos, es tu momento!"
Leonel comenzó a pintar un arcoíris que se extendía por toda la pared del jardín. La alegría de los niños era contagiosa, y poco a poco, Leonel empezó a disfrutar de su participación.
Cuando terminaron la pintura, Clara llevó a todos a ver el jardín.
"¡Miren lo que hemos creado juntos!"
El jardín era un espectáculo de colores y risas. Pero todavía había algo más que hacer. Clara había preparado una sorpresa:
"Hoy, para celebrar, tendremos una fiesta de inauguración del jardín. Hay flores, juegos y un mural especial que todos han hecho juntos. Pero no se olviden de nuestro artista: ¡Leonel!"
Al principio, Leonel dudó si sería bien recibido, pero cuando llegó el momento de presentar su mural, los niños lo vitorearon.
"¡Sos un genio, Leonel!"
Leonel se sintió como un verdadero héroe.
La fiesta fue un éxito y todos los niños aprendieron que cada uno tiene un don especial y que al trabajar juntos, se crean cosas increíbles.
A partir de ese día, el jardín se convirtió en el lugar favorito de todos, no solo por las flores, sino porque era un símbolo de amistad y amor por la inclusión.
Y así, el pequeño pueblo de Arcoíris floreció, gracias a la magia de la inclusión y la colaboración entre amigos.
FIN.