El Jardín de la Amistad



En un pequeño pueblo, había un jardín lleno de flores de muchos colores. Este jardín era mágico, porque cada vez que alguien sonreía, las flores florecían aún más. Un día, tres amigos, Tino, Luna y Arlo, decidieron pasar la tarde en el jardín.

"¡Mirá cuántas flores hay!" - exclamó Tino, corriendo hacia una mariposa amarilla.

"¡Son hermosas!" - respondió Luna, observando cómo las flores danzaban con el viento.

"Preferiría estar en casa, jugando a los videojuegos…" - dijo Arlo, evitando mirar a las flores.

Luna se acercó a Arlo y le dijo:

"Arlo, cada flor tiene su historia, como nosotros. ¿Por qué no intentás mirar un poco más?"

"No me interesa" - contestó Arlo, pero al ver a sus amigos tan emocionados, sintió un pequeño cosquilleo de curiosidad.

De repente, escucharon un suave llanto proveniente de un arbusto cercano. Al acercarse, encontraron a una pequeña criatura cubierta de hojas y ramas.

"¿Quién eres?" - preguntó Tino, con ternura.

"Soy Lila, un hada del jardín, pero me siento sola y triste. Nadie ha querido jugar conmigo porque soy diferente..." - respondió la criatura con lágrimas en los ojos.

Los amigos se miraron con compasión. Luna se agachó y le dijo:

"No importa que seas diferente, todos merecemos ser invitados a compartir."

Arlo, recordando las palabras de Luna, finalmente se acercó.

"¿Te gustaría jugar con nosotros? Podemos ser amigos."

"¿En serio?" - preguntó Lila, con la esperanza iluminando su rostro.

"Sí, vení y mostrános lo que podés hacer" - agregó Tino, sonriendo ampliamente.

Lila sonrió por primera vez y comenzó a danzar entre las flores, haciendo que un mágico destello iluminara el jardín. Las flores parecían responder a su alegría y florecieron aún más.

"¡Esto es increíble!" - exclamó Arlo, sintiendo algo especial en su corazón.

"Sí, me gusta ver que todos podemos compartir. Cada uno de nosotros es único y eso hace nuestra amistad más rica" - agregó Luna.

Pasaron la tarde jugando y riendo juntos. Arlo miraba a Lila con admiración mientras ella les mostraba trucos mágicos, creando pequeños arcoíris en el aire.

Sin embargo, cuando comenzó a oscurecer, Lila se detuvo y miró a sus nuevos amigos con tristeza.

"Debo regresar a mi hogar. Pero no quiero que me olviden..." - dijo, su voz temblando.

"Nunca te olvidaremos. Vamos a volver aquí mañana, ¿te parece?" - propuso Tino.

"Sí, ¡prometido!" - dijo Lila, sintiéndose feliz y esperanzada.

Al día siguiente, los tres amigos hicieron una pancarta en el jardín que decía: “Aquí todos son bienvenidos, sin importar las diferencias”. Colocaron flores alrededor y dibujaron un gran sol para que Lila se sintiera en casa.

Mientras tanto, otros niños del pueblo también vieron el jardín famoso por su belleza y empezaron a acercarse, intrigados.

"¿Podemos jugar también?" - preguntó una niña, que parecía tímida.

"¡Claro! Este jardín es para todos!" - respondió Luna, sonriendo a la nueva niña.

Así, el jardín se llenó de risas, abrazos y ternura. Todos los niños jugaban juntos, respetando y reconociendo cada diferencia, todos juntos bajo los colores brillantes de las flores.

Y así, cada vez que sonreían, más flores florecían, creando un espacio donde todos se sentían incluidos, queridos y aceptados.

Tino, Luna y Arlo aprendieron que la ternura, el miramiento y la hospitalidad pueden hacer del mundo un lugar más hermoso, donde cada quien puede brillar con su propia luz.

Desde entonces, cada vez que alguien se sentía solo o triste, los amigos siempre decían:

"Vení al jardín, aquí todos somos amigos."

Y así, el Jardín de la Amistad nunca dejaba de florecer. Cada día era una nueva oportunidad para compartir, jugar y crear lazos que unían a todos en alegría.

FIN.

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