El Jardín de la Amistad
En un pequeño pueblo llamado Arcoiris, vivían tres amigos: Lila, una niña inquieta y soñadora; Tomi, un niño fuerte y travieso; y Tato, un pequeño que siempre estaba un poco más lento que los demás. A pesar de sus diferencias, los tres disfrutaban de sus aventuras y de explorar el mágico jardín que tenía su vecino, el anciano Don Florencio.
Un día, mientras jugaban en el jardín, Don Florencio les dijo: "Hoy les voy a regalar una semilla especial. Esta semilla puede crecer y convertirse en la planta más hermosa que hayan visto, pero solo si trabajan juntos".
Los niños se miraron emocionados y decidieron plantar la semilla en el centro del jardín. "¡Vamos a hacer que crezca!", exclamó Lila. Todos empezaron a regar la tierra y a cuidar la semilla día tras día. Pero había un problema: Tato no podía correr tan rápido como los otros y, a veces, no podía traer suficiente agua.
Un día, mientras Lila y Tomi llenaban sus cubos en el río, Tomi le dijo a Lila: "No podemos esperar a Tato, ¡la planta necesita agua ahora!". Lila, comprensiva, respondió: "Pero si no ayudamos a Tato, él se sentirá mal. ¡Debemos esperar!".
Decidieron esperar a Tato, que se acercaba con un gran cubo. "Lo siento, chicos. No soy tan rápido como ustedes". Tomi, sintiéndose un poco culpable, le contestó: "No importa, Tato. Lo importante es que estamos juntos".
Con cada día que pasaba, la planta comenzaba a crecer. Sin embargo, una tarde, una fuerte tormenta azotó el pueblo. Al amanecer, se dieron cuenta de que la planta se había inclinado. "¡Debemos ayudarla!", gritó Lila. Cada uno tomó un lado de la planta y, empujando y sosteniendo con todas sus fuerzas, lograron enderezarla.
Mientras trabajaban, Tato se dio cuenta de que su idea de soportar el viento ayudaba a las raíces a adaptarse. "Chicos, a veces cuando están débiles, ¡pueden crecer más fuertes!". Tomi y Lila sonrieron, comprendiendo la importancia de ayudar a los demás, así como también la lección que Tato les estaba enseñando.
Con el tiempo, la planta creció y floreció en un hermoso árbol lleno de flores de colores vibrantes. "¡Lo logramos!", gritaron todos juntos. Don Florencio se acercó, sonriendo: "Ustedes han creado el Jardín de la Amistad. Cada uno ha puesto un poco de sí mismo para hacer esto posible".
Desde ese día, Lila, Tomi y Tato supieron que la verdadera fuerza viene de la unión y la solidaridad. Por mucho que alguno se sintiera diferente, siempre había un lugar para todos en su amistad.
Y así, el jardín se convirtió en el lugar más querido del pueblo, donde todos podían disfrutar, recordar la importancia de ayudar a los demás y aprender que, juntos, construían un mundo mejor para todos.
Nunca se olvidaron de aquella semilla y el hermoso árbol que habían creado, y cada vez que pasaban por allí, recordaban que nadie se quedaba atrás si estaban juntos en la aventura de la vida.
FIN.