El Jardín de la Amistad
Era una vez en la ciudad de Comodoro Rivadavia, un grupo de amigos muy especial. Entre ellos se encontraban Marta, Ricardo y Luciano, quienes compartían un sueño: crear un lugar donde todos los niños pudieran jugar, aprender y hacer nuevos amigos. Un día, mientras caminaban por un parque, Marta exclamó:
"¡Chicos, miren esos niños jugando! ¿No sería genial que tuviéramos un lugar así para todos los niños de nuestra ciudad?"
Ricardo, siempre lleno de ideas, respondió:
"¡Sí! Podríamos hacer una escuela diferente, donde los niños aprendan jugando."
Luciano, un poco más pensativo, agregó:
"Pero, ¿cómo lo haríamos? No tenemos un lugar ni los recursos."
Los amigos no se dejaron desanimar. Esa noche, decidieron hacer un plan. Se juntaron a dibujar ideas sobre un gran papel en el que imaginaban su escuela, que llamaron 'El Jardín I.M.R.', cuyo nombre representaba sus iniciales: Marta, Ricardo y Luciano.
Al día siguiente, fueron al barrio a hablar con los padres de los niños. Les contaron sobre su idea y cómo querían que la escuela fuera un espacio para crecer y divertirse al mismo tiempo.
Una señora mayor, que se llamaba Doña Elsa, escuchó atentamente y les preguntó:
"¿Y qué tipo de actividades van a tener en su escuela?"
Marta emocionada contestó:
"Tendremos juegos, cuentos, arte y hasta música. Y los niños también podrán aprender sobre la naturaleza y cuidar de plantas."
Los padres estaban entusiasmados, pero también tenían dudas. Ricardo, viendo que necesitaban más apoyo, propuso organizar una reunión en el parque. Esa tarde, el parque se llenó de risas y expectativas. Los amigos presentaron su proyecto y, para su sorpresa, muchos padres se sumaron a la idea, ofreciendo ayuda y recursos.
Fue entonces cuando un niño llamado Tomás se acercó y preguntó:
"¿Yo puedo ayudar?"
Todos se miraron, y Marta sonriendo dijo:
"¡Claro que sí! Todos podemos ayudar."
La idea de Tomás encendió aún más el entusiasmo de los niños. Empezaron a traer juguetes, libros y hasta dibujos que habían hecho en casa. Así, poco a poco, la idea se transformó en una realidad y con mucho esfuerzo, se consiguió un espacio. Un viejo edificio que alguna vez había sido una casa, se convirtió en el Jardín I.M.R.
Con la ayuda de los padres y niños, pintaron las paredes con colores brillantes y llenaron el lugar de vida. La emoción era palpable. El día de la inauguración, una gran cantidad de niños llegó, curiosos y felices.
"¡Bienvenidos al Jardín I.M.R.!" gritaron Marta, Ricardo y Luciano al unísono.
Los niños empezaron a explorar el lugar, riendo y jugando. En ese momento, Marta se giró y le dijo a sus amigos:
"¡Miren cómo se están divirtiendo! Esto es solo el comienzo."
De repente, un niño demandó la atención de todos:
"¿Y qué vamos a hacer en la clase de hoy?"
Ricardo, divertido, contestó:
"Hoy exploraremos la naturaleza. ¿Quién quiere salir al jardín a buscar mariposas?"
Esa propuesta llenó a todos de alegría. Salieron corriendo al jardín, donde encontraron mariposas, flores y hasta un pequeño arbusto lleno de frutos. Así, aprendieron a cuidar la naturaleza y respetar todo lo que los rodeaba.
Pasaron los días, y el Jardín I.M.R. se convirtió en un lugar mágico donde no solo aprendían, sino que también hacían amigos para toda la vida. Los fundadores nunca se imaginaron que su pequeña idea se convertiría en un hogar para tantas sonrisas.
Y así, con un poco de imaginación y mucho trabajo en equipo, Marta, Ricardo y Luciano cumplieron su sueño de instaurar un lugar donde los niños pudieran ser felices. El Jardín I.M.R. se volvió un pilar en su comunidad. ¡Y todo gracias a que se atrevieron a soñar y a compartir su idea con otros! Todos aprendieron que juntos podían lograr cualquier cosa.
Fin.
FIN.