El Jardín de la Amistad
En un pequeño pueblo llamado Colibrí, había un hermoso jardín en el centro, donde todos los niños solían jugar. Sin embargo, no todos se unían en la diversión. A menudo, algunos niños, como Santiago y Valentina, preferían jugar solos y dejar de lado a los demás, pensando que sus juegos eran más divertidos.
Un día, la profesora de la escuela, la Señorita Clara, decidió organizar un gran evento en el jardín.
"¡Chicos! Este sábado tendremos un Día de la Amistad en el jardín, donde todos podrán jugar juntos y mostrar sus talentos. ¡Va a ser divertido!" dijo la Señorita Clara entusiasmada.
"Pero yo juego mejor solo. No necesito a nadie más" grumbó Santiago.
"A mí no me gusta compartir. Siempre terminan arruinando mis juegos" agregó Valentina con voz firme.
La Señorita Clara sonrió y dijo:
"Ese es precisamente el problema. Cuando jugamos solos, nos perdemos de la alegría que hay en compartir y respetar a los demás. Voy a preparar algo especial para todos ustedes."
Los días pasaron y la Señorita Clara decoró el jardín lleno de colores y sorpresas. Cuando llegó la fecha del evento, los niños se encontraron en el jardín. Todos estaban emocionados, pero la mayoría se dividió en grupos.
"Vení, Valentina, juguemos al escondite" dijo Pilar, una niña siempre dispuesta a ayudar.
"No, gracias. Prefiero jugar a la pelota" contestó Valentina, alejada de los otros.
Santiago se acercó a Valentina y le dijo:
"¡Vamos a jugar al fútbol!"
"No me gusta el fútbol. Prefiero jugar sola" respondió Valentina.
Pero pronto se dieron cuenta de que la diversión estaba empezando a escasear. Los niños que jugaron al escondite se habían aburrido, la pelota estaba sola en el rincón y el ambiente era serio. Sin embargo, todo cambió cuando el pequeño Timo llegó corriendo.
"¡Chicos! ¡Hay un problema!" gritó Timo, con los ojos abiertos como platos.
"¿Qué sucede?" preguntó Santiago, curioso.
"¡Un gato atrapado en el árbol! ¡Necesitamos ayuda!" dijo con emoción.
Todos los niños, incluso Valentina y Santiago, se miraron entre sí y sintieron que debían actuar juntos.
Santiago dijo:
"¿Alguien tiene una idea?"
Valentina, sorprendida por la pregunta, respondió:
"...Podríamos formar una cadena humana y uno podría trepar el árbol para rescatar al gato."
"¡Buena idea!" gritó Timo.
Todos se unieron y formaron una cadena. Mientras uno sostenía al otro, Valentina se subió al árbol. Con cuidado y determinación, logró alcanzar al pequeño gato que maullaba aterrorizado.
"¡Lo tengo!" exclamó Valentina al descender lentamente. Todos los niños vitorearon:
"¡Hurra! ¡Valentina! ¡Valentina!"
Una vez en el suelo, Valentina soltó al gato en el suave césped, y el pequeño felino salió corriendo alegremente. Entonces, Santiago se dirigió a Valentina:
"Eras increíble, me alegra que hayamos trabajado juntos."
"Gracias, y lo siento por haber pensado que siempre es mejor jugar sola" respondió Valentina con una sonrisa.
A partir de ese momento, todos los niños comenzaron a jugar juntos, compartiendo risas y descubrimientos. Santiago propuso un nuevo juego:
"¿Y si hacemos un torneo de fútbol en el que todos participemos?"
"¡Sí! ¡Eso suena genial!" gritaron todos.
El Jardín de la Amistad se convirtió en un lugar mágico donde la diversidad de juegos y talentos se celebró en equidad y respeto. La Señorita Clara, observando desde lejos, sonrió satisfecha.
Y así, en el pueblo de Colibrí, la amistad floreció, demostrando que la verdadera diversión se encuentra en compartir y respetar a los demás, porque cuando todos aportan un poco, ¡la alegría se multiplica y el amor crece!
Y así terminó otra hermosa aventura en la que los niños aprendieron que juntos son más fuertes y que la amistad es el mejor juego.
FIN.