El Jardín de la Amistad
Había una vez en una escuela de Buenos Aires, dos niñas que siempre estaban en desacuerdo. Sofía y Valentina eran compañeras de clase, pero no se llevaban nada bien. Sofía quería ser la primera en el juego del recreo, y Valentina siempre quería ser la que mandaba en los trabajos en grupo.
Un día, la maestra, la señora Luna, decidió organizar un concurso de jardín. Los estudiantes debían plantar flores y cuidar de sus macetas. La ganadora recibiría un hermoso trofeo y un regalo especial. Sofía y Valentina, como siempre, comenzaron a discutir.
- “¡Yo debería ser la líder del equipo! ” - dijo Sofía, cruzando los brazos.
- “¡No, yo! Siempre haces las cosas a tu manera, y a mí nunca me dejas opinar! ” - respondió Valentina, frunciendo el ceño.
La señora Luna las escuchó y decidió darles una oportunidad.
- “Vamos a hacer un trato, chicas. Tendrán que trabajar juntas. No podrán pelear ni una sola vez durante el concurso. ¿Comprendieron? ”
Sofía y Valentina se miraron con desconfianza, pero no tenían otra opción.
- “Está bien, pero no me molestes,” - dijo Sofía.
- “Y vos tampoco, si no vamos a llegar a ningún lado,” - contestó Valentina.
El primer día del concurso, se les asignó una maceta grande y heredada, donde deberían plantar girasoles. Sofía quería que los girasoles fueran de un color brillante, mientras que Valentina prefería hacerlo con un diseño más artístico.
- “¡Pero, Sofía, así no se ve bien! ” - se quejó Valentina.
- “¡A mí me gusta más así! ” - replicó Sofía.
Desesperadas por el desacuerdo, las niñitas decidieron tomar un descanso. Se sentaron a observar las plantas de sus compañeros. Así se dieron cuenta de que en cada grupo, todos estaban trabajando juntos y ayudándose.
- “Mirá, ahí están Agustín y Camila. Están divirtiéndose mientras plantan,” - comentó Valentina.
- “Sí… pareciera que se ayudan mucho,” - coincidió Sofía, pensativa.
Con esta observación, ambas decidieron intentarlo. Volvieron a la maceta y comenzaron a hablar sobre sus ideas.
- “¿Qué te parece si hacemos dos tipos de girasoles? Uno brillante y otro artísticamente decorado,” - sugirió Valentina.
- “¡Eso suena genial! Así nadie se queda con las ganas,” - respondió Sofía, sonriendo por primera vez.
El trabajo en equipo comenzó a dar sus frutos. A medida que plantaban, ambas comenzaron a disfrutar de la compañía de la otra, compartían risas y pequeños secretos. Una semana después, cuando la maceta floreció con girasoles hermosos y coloridos, las chicas se sintieron orgullosas de su trabajo.
El día del concurso, las macetas de todos los compañeros fueron expuestas en el aula. La señora Luna empezó a recorrer cada grupo, admirando las flores. Cuando llegó al jardín de Sofía y Valentina, sonrió.
- “¡Qué hermosa maceta! ¡Ustedes han aprendido a trabajar en equipo! ”
Ambas se miraron con orgullo y felicidad.
La señora Luna premió a cada compañera, dando a todas una medalla especial.
- “¡Lo hicimos juntas! ” - gritó Sofía.
- “¡Sí! ¡Fue mejor de lo que pensé! ” - respondió Valentina.
Desde ese día, aunque a veces aún había desavenencias, Sofía y Valentina aprendieron a comunicarse y a resolver sus diferencias. Se volvieron amigas e incluso comenzaban a ayudar a otros en clase.
Y así, en esa aula tan especial, nació un jardín de amistad que floreció con cada día que pasaba, enseñando la importancia de tolerarse, de compartir y ayudar, haciendo de su salón un lugar más armonioso.
Porque al final, lo importante no es ganar o perder, sino tener a alguien con quien compartir la aventura.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.