El Jardín de la Amistad



Era una tarde soleada en el barrio y los niños jugaban en el parque. Entre ellos estaba Joaquín, un niño de cinco años de ojos hermosos color café oscuro. Joaquín siempre tenía una sonrisa en el rostro y un brillo especial en sus ojos cada vez que estaba con sus amigos.

"¡Vengan, chicos!" - gritó Joaquín con entusiasmo, mientras sostenía su colorido camión de juguete.

"¿Qué vamos a hacer?" - preguntó Sofía, su amiga, que llegó corriendo con su muñeca en brazos.

"¡Hoy vamos a hacer una pista gigante para mis juguetes!" - exclamó Joaquín.

"¡Ay, me encanta!" - dijo Leo, mientras se unía al grupo con su tren de madera.

Joaquín siempre compartía sus juguetes con los demás. Al principio, todos apenas podían esperar para jugar con el camión. Cada uno tomó un juguete y comenzó a crear una gran pista en el césped del parque. Pero, mientras jugaban, notaron que algunos de sus amigos más pequeños los observaban desde un costado. Eran dos niños que tenían miedo de acercarse.

"¿Por qué no vienen a jugar?" - les preguntó Joaquín, acercándose a ellos con su camión en mano.

"Es que... no sabemos jugar..." - respondió Luna, quien se veía un poco nerviosa.

"No se preocupen. ¡Yo les enseño!" - dijo Joaquín, con una gran sonrisa.

Y así fue como Joaquín se sentó en el suelo y comenzó a mostrarles cómo hacer la pista. Les explicó cómo hacer rampas con los juguetes y cómo hacer que sus autos corrieran por la pista.

"Miren, así se hace una curva... ¡Y ahora, a toda velocidad!" - gritó Joaquín mientras su camión avanzaba veloz.

Los peques comenzaron a seguir las instrucciones y poco a poco, se fueron uniendo a la diversión. Pero ocurrió un pequeño giro: mientras más niños se unían al juego de Joaquín, más juguetes se necesitaban y algunos comenzaron a quedarse sin.

"Ay, pero ya no tengo más camiones para que usen..." - se quejó Leo, mientras miraba a su alrededor.

Joaquín miró a sus amigos y pensó. En lugar de ponerse triste, se le ocurrió una idea brillante.

"¡Yo tengo más juguetes en casa! Vamos a buscar otros y así todos podrán jugar juntos."

Los niños se miraron entusiasmados y decidieron ayudar a Joaquín. Fueron corriendo a su casa, y regresaron al parque con una bolsa llena de juguetes.

"¡Genial! Ahora sí que podemos hacer una pista enorme!" - dijo Sofía.

"¡Y así todos los podemos usar!" - agregó Luna, ahora llena de energía.

La pista que empezaron a construir se volvió más divertida y emocionante. Había rampas, túneles e incluso una zona de obstáculos con los juguetes que Joaquín había llevado.

"¡Esto es increíble!" - exclamó Leo.

"¡Nunca había jugado algo así!" - agregó Luna entre risas.

El grupo de amigos se volvió más unido ese día al compartir y enseñar a otros a jugar. Aprendieron que no solo era importante tener juguetes, sino también compartir y hacer felices a los demás.

El sol se empezó a esconder en el horizonte, llenando el cielo de colores naranja y violeta. Joaquín se dio cuenta de que, si bien su juego comenzó solo con sus juguetes, la verdadera diversión vino al compartirlos.

"Gracias, chicos. ¡Hoy ha sido el mejor día!" - dijo Joaquín, con orgullo y felicidad. Todos asintieron y sonrieron. Habían creado no solo una pista de juguetes, sino también un hermoso día lleno de risas y amistad.

"¡Hasta mañana!" - gritaron los niños, mientras se despían y se iban a casa. Y así, Joaquín supo que la verdadera felicidad está en compartir y hacer nuevos amigos.

FIN.

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