El Jardín de la Amistad



En un barrio lleno de risas y juegos, vivía una niña llamada Sofía. Tenía un espíritu alegre y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor. Un día, mientras exploraba un pequeño camino en el parque, descubrió un rincón olvidado repleto de flores marchitas y maleza. Sofía decidió que ese lugar podría convertirse en un jardín especial.

"- ¡Mirá cuántas flores hay!" - exclamó Sofía, llena de entusiasmo al ver el potencial del lugar.

Comenzó a visitar el jardín todos los días después de la escuela. Sin embargo, al poco tiempo, se dio cuenta de que el jardín necesitaba mucho trabajo. Un día, mientras arrancaba maleza, conoció a Lucas, un niño nuevo del barrio.

"- Hola, ¿qué hacés?" - preguntó Lucas, curioso.

"- Estoy tratando de hacer que este lugar sea más bonito. ¿Querés ayudarme?" - respondió Sofía con una sonrisa.

Lucas sonrió y accedió a ayudar. Juntos comenzaron a limpiar el jardín, regar las flores y plantar nuevas semillas. A medida que pasaban los días, el lugar se transformaba y también su amistad.

"- ¡Mirá cómo crecen las flores!" - exclamó Lucas un día, mientras observaban un brote que comenzaba a asomarse.

"- Sí, ¡es como si la felicidad se estuviera creando aquí!" - Sofía respondió alegre.

Con el paso de las semanas, el jardín se convirtió en un espacio rebosante de vida y color, pero un día las cosas cambiaron. Lucas tuvo que mudarse a otra ciudad. Su partida dejó a Sofía triste y sola en el jardín, que ahora también reflejaba su melancolía.

"- No quiero que este lugar se muera como las flores viejas" - se lamentaba Sofía, observando con tristeza su amado jardín.

Un día, decidió que debía continuar lo que habían comenzado juntos. Con cada regada y cada nueva planta que sembraba, estaba segura de que Lucas seguiría en su corazón.

Pasaron los meses y en los días soleados, otros niños del barrio comenzaron a acercarse al jardín. Un grupo de ellos comenzó a jugar y a sumarse.

"- ¡Sofía, ven a jugar!" - gritaban.

"- ¡Sí! Vamos a hacer un picnic en el jardín!" - respondió Sofía, emocionada.

Organizaron juegos, reían y compartían historias. Sofía comprendió que aunque Lucas ya no estaba allí, su amistad seguía viva en el jardín.

Un día, un niño preguntó: "- ¿Por qué se llama el Jardín de la Amistad?"

Sofía sonrió y contó la historia de Lucas. "- Porque aquí plantamos más que flores; plantamos recuerdos, risas y, lo más importante, amistad. La amistad puede cambiar de lugar, pero siempre florece."

Así, el jardín se convirtió en un símbolo de alegría y unión entre los niños del barrio. El rincón olvidado, ahora vibrante y lleno de vida, recordaba a todos que aunque la soledad a veces visita, siempre hay una manera de llenar los espacios vacíos con nuevas experiencias y amistades. Sofía aprendió que la felicidad puede encontrarse en los recuerdos y que, con la amistad, el jardín siempre florecerá.

FIN.

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