El jardín de la autoaceptación



Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía en un pequeño pueblo.

Mateo era muy inteligente y amable, pero había algo que lo hacía sentir triste todos los días: sus compañeros de clase se burlaban de él por ser negro. "¡Hey, Mateo! ¿Por qué eres tan oscuro? ¡Pareces una sombra!", decían los niños mientras se reían. Mateo intentaba no prestarles atención y seguir siendo amable con todos, pero las palabras hirientes le dolían mucho.

Se sentía solo y pensaba que nadie lo comprendía. Un día, después de sufrir especialmente en el colegio, Mateo se encontró con Don Pablo, el anciano del pueblo conocido por su sabiduría.

Don Pablo notó la tristeza en los ojos de Mateo y decidió acercarse a él. "Hola, joven amigo", dijo Don Pablo con voz suave.

"¿Qué te aflige tanto hoy?"Mateo miró al anciano con timidez y le contó sobre las burlas constantes que recibía por parte de sus compañeros de clase. Don Pablo escuchó atentamente y luego le sonrió a Mateo. "Querido Mateo, tú eres especial tal como eres. Tu color de piel no define quién eres como persona. Eres valiente y fuerte.

""Pero ellos siempre me hacen sentir mal", respondió Mateo con lágrimas en los ojos. Don Pablo tomó la mano del niño y le dijo: "La verdadera fortaleza viene desde adentro, no importa cómo te veas por fuera. Permíteme enseñarte algo".

El anciano llevó a Mateo a un jardín secreto, lleno de flores de todos los colores y tamaños. Juntos, comenzaron a plantar semillas en la tierra. "Estas semillas representan las palabras negativas que te dicen tus compañeros", explicó Don Pablo.

"Pero si les das amor y cuidado, pueden convertirse en algo hermoso". Mateo siguió el consejo de Don Pablo y se aseguró de regar las semillas todos los días con palabras amables y positivas.

Con el paso del tiempo, las semillas crecieron y se convirtieron en flores maravillosas. Cada una tenía su propio color único: rojo, azul, amarillo y blanco.

Un día, cuando Mateo estaba mostrando orgulloso su jardín a sus compañeros de clase, ellos quedaron impactados por la belleza de las flores. "¡Wow! Nunca habíamos visto un jardín tan hermoso", exclamaron los niños admirados. Mateo les sonrió amablemente. "Cada flor representa algo especial en mí.

No importa cómo me vean por fuera, lo importante es quién soy como persona". Los compañeros de clase se dieron cuenta del error que habían cometido al burlarse de Mateo. Se disculparon sinceramente y prometieron tratarlo mejor a partir de ese momento.

A partir de entonces, Mateo fue aceptado por todos en el colegio. Su jardín se convirtió en un símbolo poderoso para recordarles a todos que la diversidad es hermosa y que cada uno tiene su propia belleza única.

Y así fue como Mateo aprendió que no importa el color de piel o cualquier otra característica física, lo que realmente importa es cómo tratamos a los demás y cómo nos valoramos a nosotros mismos.

FIN.

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