El jardín de la comprensión



Érase una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pequeño pueblo. Lucas era un chico creativo, le encantaba dibujar y escribir historias de aventuras fantásticas. Sin embargo, había algo que lo hacía sentir solo: sus compañeros de clase no comprendían sus sueños ni sus pasiones.

Una mañana, Lucas llegó al colegio con una enorme sonrisa en su cara, emocionado porque había escrito un cuento sobre un dragón que quería volar más allá de las nubes. Al entrar al salón de clases, se acercó a sus amigos, Clara y Tomás.

"¡Chicos! ¡Tengo una nueva historia!" - dijo Lucas entusiasmado, mostrando su cuaderno.

"¿Otra vez?" - respondió Clara con desdén. "No nos interesa lo que escribís. Mejor jugá al fútbol con nosotros."

"Sí, Lucas. El fútbol es más divertido" - agregó Tomás, sin mirarlo.

Lucas sintió que su corazón se encogía. Salió del aula y encontró un rincón tranquilo del patio donde se sentó, sintiéndose triste y desolado. Mientras garabateaba en su cuaderno, un pequeño pájaro se posó a su lado.

"¿Por qué estás tan cabizbajo?" - le preguntó el pájaro, con una voz amable.

Lucas se sorprendió al ver que el pájaro podía hablar.

"Es que mis amigos no entienden mis historias. Siento que nunca me escuchan" - confesó Lucas, secándose una lágrima.

El pájaro lo miró con ojos brillantes.

"Quizás necesites encontrar un modo diferente de compartir tu mundo. A veces, la comprensión viene en formas inesperadas. ¿Qué tal si lo intentás de otra manera?" - sugirió el pájaro.

Esa tarde, Lucas tuvo una idea brillante. Decidió organizar un evento en el patio del colegio, al que llamó "El Jardín de la Comprensión". Invitó a sus compañeros con una colorida cartulina, donde dibujó flores y mariposas, y escribió: "Todos son bienvenidos a escuchar mis cuentos y a crear historias juntos. ¡Vamos a ser amigos!".

El día del evento, Lucas estaba nervioso. Preparó una gran manta de colores y llenó el espacio con libros y dibujos. Para su sorpresa, más compañeros de los que esperaba llegaron. Clara y Tomás también se unieron, aunque sus rostros mostraban incredulidad.

"¿Qué es esto, Lucas?" - preguntó Clara, al mirar la manta llena de cuentos.

"¡Bienvenidos a mi Jardín de la Comprensión! Hoy los invito a escuchar un cuento y, si quieren, también pueden crear uno juntos" - respondió Lucas, con una sonrisa.

Al principio, algunos niños reían y murmullaban,

"¿Esto es para chicos?" - decía Tomás, pero Lucas no se desanimó. Comenzó a contar su historia del dragón.

A medida que hablaba, el relato del dragón que quería volar lo cautivó y atrapó a sus oyentes. Sus compañeros comenzaron a acercarse, dejando de lado sus juegos para escuchar.

"¡Me gusta!" - gritó un niño. "¿Y si el dragón va a una aventura en el espacio?" - sugirió otro.

Lucas sonrió al ver cómo ahora todos participaban, aportando ideas y añadiendo personajes a la historia. Al final, se creó un cuento colaborativo donde el dragón no solo volaba, ¡sino que viajaba a otros mundos!

Cuando el evento terminó, Lucas se sintió feliz. Clara y Tomás se acercaron a él.

"Perdón, Lucas. No supimos valorarlo antes. Esas historias son geniales. ¿Nos podés contar más alguna vez?" - pidió Clara.

"¡Sí! Me gustaría jugar un poco con el fútbol a veces, pero también quiero seguir contando cuentos" - agregó Tomás.

Desde ese día, Lucas no se sintió más solo. Sus compañeros comenzaron a entender su pasión por las historias y se unieron a él para crear relatos juntos. Lucas había encontrado su lugar en el colegio y supo que la comprensión y la amistad podían florecer en cualquier jardín, siempre que se diera la oportunidad.

Y así, Lucas no solo descubrió que sus sueños eran importantes, sino que también inspiró a sus amigos a abrir sus corazones y mentes a nuevas posibilidades. Y todos vivieron felices, creando historias juntos, en un jardín lleno de comprensión y amistad.

FIN.

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