El jardín de la diversidad


Había una vez en un hermoso jardín, un pequeño gusano llamado Ramiro. A diferencia de los demás gusanos que eran verdes y marrones, Ramiro era de colores vivos y brillantes.

Tenía rayas rosadas, azules y amarillas que lo hacían destacar entre todos los demás. Un día, mientras el sol brillaba sobre el jardín, Ramiro decidió aventurarse más allá de su hogar en busca de nuevas experiencias.

Caminó por las hojas y se deslizó por las ramas hasta llegar a un prado lleno de flores multicolores. Allí conoció a otros insectos como mariposas y abejas, quienes quedaron asombrados por sus colores. Pero no todos estaban felices de verlo.

Una mariquita llamada Lola se acercó a él con una mirada despectiva. -¡Eh tú! ¿Qué haces aquí? Los gusanos no son coloridos como tú -dijo Lola con tono burlón- Vete a tu lugar.

Ramiro se sintió triste al escuchar esas palabras pero decidió no dejar que eso lo afectara. En cambio, decidió hacer algo diferente. Un día soleado, mientras paseaba por el jardín, encontró una oruga muy triste llamada Martina.

Ella era verde oscuro y sentía que nadie la notaba porque era igual a todas las demás orugas del lugar. Ramiro se acercó a ella con una sonrisa amigable y le preguntó qué le pasaba. Martina explicó cómo siempre deseaba tener colores vibrantes como él para ser especial.

-¡No te preocupes, Martina! -dijo Ramiro con entusiasmo- Sé cómo podemos hacer que te sientas especial. Vamos a buscar flores y pintar tus hojas de diferentes colores. Martina dudó al principio, pero decidió confiar en Ramiro.

Juntos, buscaron flores de todos los colores y usaron el polen para pintar las hojas de Martina. Pronto, ella lucía tan colorida como él. Cuando los demás insectos vieron a Martina, quedaron sorprendidos y admirados por su transformación.

Todos ellos se acercaron a ella para felicitarla y decirle lo hermosa que era ahora. Lola, la mariquita burlona, también se acercó a Martina con una mirada diferente en sus ojos. -Me equivoqué contigo, Martina -dijo Lola sinceramente-.

Ahora veo lo especial que eres y me gustaría ser tu amiga. Martina sonrió y aceptó la disculpa de Lola. A partir de ese día, los tres insectos se convirtieron en grandes amigos y juntos exploraron el jardín lleno de aventuras emocionantes.

La historia del gusano de colores vivos se extendió por todo el jardín y pronto otros insectos comenzaron a abrazar su individualidad. Todos aprendieron que no importaba cómo fueran por fuera, sino quiénes eran en su interior lo que realmente importaba.

Y así fue como Ramiro demostró al mundo que ser diferente es algo hermoso y valioso. Su amor por la diversidad inspiró a todos los habitantes del jardín a valorarse mutuamente sin importar su apariencia.

Y a partir de ese día, el jardín se llenó de colores y alegría.

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