El jardín de la diversidad
Era un día soleado en el Jardín de los Animales. Los pequeños estudiantes estaban absortos en sus libros, disfrutando de las historias que les llevaban a mundos lejanos. La profesora Mapache, una sabia y querida docente, interrumpió la calma de la sala con su melodiosa voz.
"Queridos alumnos, hoy tengo una noticia muy especial. ¡Hemos recibido a un nuevo compañero!" - anunció con entusiasmo.
Los ojos de los animales brillaron de curiosidad mientras se acurrucaban en sus asientos.
"¿Quién es?" - preguntó Zorro, con un tono travieso.
"Se llama Kito y vendrá a unirse a nosotros hoy" - respondió la profesora Mapache, sonriendo.
Cuando Kito apareció, una pequeña tortuga con una brillante sonrisa, que se movía en una silla de ruedas, los animales lo miraron en silencio. Muchos se sintieron incómodos. No estaban acostumbrados a ver a alguien diferente en el jardín.
"¿Por qué usa esa cosa?" - susurró Conejito a su amiga Ardillita, sin tener en cuenta que Kito podía escuchar.
"No lo sé, pero se ve raro" - replicó Ardillita, frunciendo el ceño.
Kito sonrió, pero por dentro se sentía un poco triste. Se había preparado para este día, deseando hacer nuevos amigos. La profesora Mapache, al notar la incomodidad, intervino.
"Chicos, todos tenemos nuestras propias historias y formas de ser. Kito puede enseñarnos mucho sobre la amistad. Estoy segura de que se convertirá en un gran amigo para todos ustedes."
Pero los días pasaron, y los animales continuaron haciéndole comentarios despectivos. Kito, aunque dolido, decidió demostrar que podía ser un gran compañero.
"¡Aprovecharé al máximo cada momento!" - se dijo a sí mismo mientras se sentaba en su silla de ruedas y miraba a sus compañeros jugar en el patio.
Un día, una fuerte tormenta se desató y la clase se vio obligada a permanecer dentro. La profesora Mapache decidió organizar un juego de estrategia con cajas y lápices. Todos estaban emocionados, excepto Kito, que se sintió un poco aislado al no poder correr y jugar como los demás.
"¡No voy a dejar que eso me detenga!" - pensó, motivándose.
Finalmente, Kito tuvo una idea brillante, lleno de energía.
"Chicos, ¿y si creamos un equipo donde todos podamos participar?" - sugirió con su voz entusiasta. "Podemos hacer un mapa para ayudar a los demás a encontrar el tesoro escondido!"
Los otros animales lo miraron con curiosidad, y poco a poco comenzaron a aceptar su propuesta.
"Es una gran idea, Kito," - dijo Zorro, sorprendido. "¡Vamos a hacerlo juntos!"
Y así, se pusieron manos a la obra. Kito, gracias a su ingenio, guió a sus compañeros en la creación del mapa mientras los demás diseñaban un juego que funcionara para todos.
La tormenta finalmente cesó, y el sol volvió a brillar. Kito había logrado que todos trabajaran en equipo, sin importar las diferencias.
"¡Esto es lo más divertido que hemos hecho!" - gritó Ardillita, ahora consciente de que tener un amigo diferente no solo era especial sino enriquecedor.
"Siempre podemos aprender algo nuevo, ¿verdad Kito?" - Señaló Conejito, sonriendo ampliamente.
Al final del día, todos los animales comprendieron que lo que hacía diferente a Kito, lo hacía especial. La diversidad trajo nuevas ideas y perspectivas, haciendo del Jardín de los Animales un lugar más cálido y acogedor.
"Gracias, Kito, por ser nuestro amigo. Nunca más lo juzgaremos por ser diferente" - prometió Zorro, muy sincero.
Kito sonrió, lleno de alegría, y todos se abrazaron, sintiendo que el amor fraternal siempre supera cualquier diferencia.
Y así, en aquel jardín donde la diversidad florecía, los animales aprendieron que lo importante no era la apariencia, sino el corazón de cada uno.
FIN.