El Jardín de la Esperanza



Era una soleada mañana en Puerto Esperanza. El invierno se despedía y la primavera se asomaba tímidamente. Los árboles comenzaban a florecer y las mariposas llenaban el aire con su danzar. En un pequeño rincón del pueblo, había un jardín mágico donde los colores y los aromas se entrelazaban en un espectáculo deslumbrante.

Los habitantes de Puerto Esperanza sabían que cuando llegaba la primavera, todo cambiaba. Entre ellos estaba Lola, una niña curiosa que adoraba las flores y pasaba horas explorando el jardín. Un día, mientras investigaba entre los arbustos, encontró a su amiga, la tortuga Tula, que parecía preocupada.

"¿Qué te pasa, Tula? Te veo muy pensativa"- preguntó Lola.

"Es que este año, el jardín no florece como antes. Las flores están tristes y no sé cómo ayudarlas"- respondió Tula con su voz suave.

Lola se sintió muy conmovida. Sabía que el jardín era especial y que necesitaba recuperar su esplendor. Hizo una pausa, mirando a su alrededor.

"Tal vez podamos organizar una fiesta de primavera, así las flores se sentirán felices y regresarán a la vida"- sugirió Lola, con una chispa de entusiasmo en sus ojos.

"¡Esa es una gran idea! ¡Podríamos invitar a todos los animales y personas del pueblo!"- exclamó Tula, emocionada por la idea.

Los dos amigos se pusieron a trabajar. Fueron de casa en casa invitando a todos. Había mucha expectativa, y poco a poco, la idea de la fiesta fue llenando de alegría a todos los habitantes de Puerto Esperanza. La noticia llegó a oídos de la astuta ardilla Marcos, quien siempre estaba buscando formas de hacer travesuras.

"¿Una fiesta?"- dijo Marcos, frotándose las patas. "Podré hacer que todo se vuelva un lío y que el jardín nunca florezca!"- decidió con una gran sonrisa. Así, planeó su prank.

El día de la fiesta llegó, y todo el pueblo estaba lleno de actividad. Había globos de colores, música, y muchos deliciosos bocadillos. Lola y Tula estaban muy orgullosas de lo que habían logrado.

"¡Esto es increíble!"- dijo Lola mientras bailaba entre las flores.

Pero, de repente, la diversión se detuvo. Marcos, que había estado escondido en un árbol, decidió lanzar un montón de nueces a las flores.

"¡Mira! ¡Así se los voy a comer, a todos!"- gritó Marcos riendo a carcajadas.

El jardín comenzó a revueltas y flores se caían. Lola y Tula no podían permitir que el jardín se destruyera. Así que, rápidamente, se acercaron a Marcos.

"Marcos, esto no es divertido. Estamos intentando hacer felices a las flores y a todos. Ven a ser parte de la fiesta"- le pidió Tula.

Marcos se quedó un momento parado, sorprendido por la oferta.

"¿Quieren que me una?"- preguntó, algo confundido.

"Sí, claro. Habrá mucho más que ver y disfrutar aquí que solo hacer travesuras. Ven, te enseñaremos a disfrutar de la primavera"- insistió Lola.

Mientras los demás animales y amigos se juntaban alrededor, Marcos vio el amor y la amistad que compartían y se sintió un poco avergonzado. De pronto, decidió dejar de lado su travesura y se unió a la fiesta.

"Está bien, está bien. Me gustaría disfrutar un poco más. Y tal vez mejor a ayudar"- dijo, con una sonrisa sincera.

Toda la alegría volvió al jardín. Marcos se convirtió en parte de una gran orquesta de amigos, que tocaban instrumentos hechos de ramas y piedras. Los colores florecían más intensos que nunca, mientras las flores crecían a su alrededor. Así, el jardínrecuperó su esplendor por la magia de la amistad y la unión.

Al caer el sol, todos los habitantes de Puerto Esperanza, incluyendo a Marcos, celebraron la llegada de la primavera en el Jardín de la Esperanza.

Lola y Tula miraron a su alrededor con una gran sonrisa. Comprendieron que el verdadero secreto de la primavera no era solo la llegada de las flores, sino la unión y la alegría que podían compartir todos.

"Gracias por un día increíble, amigas!"- gritó Marcos, saltando entre las flores.

"Siempre será bueno tener a alguien que quiere ser parte de la diversión"- contestó Tula, dándole un amistoso abrazo.

Y así, año tras año, la primavera florecía en Puerto Esperanza, un jardín donde siempre había lugar para todos, porque juntos hacían magia.

FIN.

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