El Jardín de la Esperanza
En un mundo donde los colores habían desaparecido y los árboles eran apenas sombras de lo que alguna vez fueron, un grupo de amigos decidió que ya era hora de cambiar esa triste realidad. Sara, Leo, Tobi y una pequeña ardilla llamada Chispa se unieron en una misión: devolverle el color y la vida a su mundo.
Uno de esos días grises, mientras exploraban lo que quedaba de su ciudad, Sara se detuvo frente a una gran y marchita planta.
"Miren esto, chicos. ¿No les parece que aún tiene un poco de vida?"- dijo con esperanza.
"Lo que necesita es agua y amor, como todos nosotros"- afirmó Leo, recordando sus juegos en el parque que solían tener.
Tobi, siempre mirando hacia el cielo, propuso: "Si conseguimos semillas, podríamos plantar algo nuevo aquí. Pero necesitamos encontrar un lugar donde las podamos conseguir"-
Fue entonces cuando Chispa, la ardilla, saltó emocionada.
"¡Yo sé dónde hay un viejo vivero! He visto maderas y trozos de plantas, pero el lugar está muy cerca de la gran sombra, donde no nos gusta ir"-
Los amigos miraron hacia el lugar señalado y sintieron que había algo misterioso y sutil que les llamaba la atención. Sin pensarlo dos veces, decidieron aventurarse juntos.
Con cada paso hacia la gran sombra, los amigos encontraban obstáculos: rocas, árboles caídos y algunos animales que parecían perdidos y tristes.
"No podemos rendirnos, este viaje es por un buen propósito"- dijo Sara, tratando de animar a sus amigos.
Finalmente, llegaron al vivero. Las hojas marchitas y los restos de colores perdidos estaban por todas partes. Pero entre el desorden encontraron viejas herramientas y cajas.
"¡Miren! ¡Hay semillas!"- gritó Tobi mientras una caja se abría revelando su contenido.
"Vamos a llevarnos todo lo que podamos", propuso Leo emocionado.
Sara, mientras revisaba las semillas, encontró una pequeña nota arrugada.
"¡Chicos! Escuchen esto: 'El agua y los abrazos traen colores de vuelta. Compartilos con quienes lo necesiten'"- leyó en voz alta.
"Qué hermosa enseñanza. No solo debemos cuidar nuestras plantas, también debemos compartir nuestra felicidad"- reflexionó Tobi.
Con las manos llenas de semillas y corazones llenos de esperanza, comenzaron a regresar a casa. Una vez allí, prepararon el suelo, y Sara, con su riego y cariño, empezó a plantar.
Pasaron días, semanas e incluso meses. Todos los días se reunían a cuidar el jardín. Al principio, solo había tierra marrón y semillas, pero poco a poco fueron brotando pequeños brotes.
Un día, mientras regaban, se dieron cuenta que un hermoso arcoíris aparecía en el cielo.
"Miren eso,"- exclamó Chispa, saltando de entusiasmo. "Hasta el cielo quiere unirse a nuestro jardín"-
Y en efecto, tras el mundo gris apareció un jardín lleno de colores vibrantes.
"¡Hicimos que todo este lugar vuelva a vivir!"- gritaron todos juntos, riendo y abrazándose.
Los colores no solo llenaron su jardín, sino que comenzaron a expandirse por toda la ciudad. Cada hogar comenzó a plantar, a compartir sus semillas, y pronto todos estaban reunidos cuidando su nuevo mundo colorido.
Desde aquel día, el jardín fue un símbolo de esperanza y trabajo en equipo, recordando que aunque la vida se tornase gris, siempre había un camino hacia el color, la alegría y sobre todo, la amistad.
FIN.