El jardín de la felicidad
Su nombre era Ana y todos los días llegaba temprano a la casa para empezar con sus labores.
Barría, trapeaba, lavaba la ropa y hacía todo lo que estaba en su poder para dejar el hogar de la familia perfectamente limpio. Sin embargo, aunque siempre hacía su trabajo bien hecho, nunca parecía estar realmente feliz. Un día, mientras limpiaba el salón principal de la casa, Ana escuchó una risa proveniente del jardín trasero.
Curiosa por saber quién estaba ahí afuera, decidió asomarse por la ventana. Lo que vio fue algo maravilloso: un grupo de niños jugando felices bajo el sol. Ana no pudo evitar sonreír al verlos correr y reírse sin preocupaciones.
Pero pronto volvió a sentirse triste al recordar que ella misma no tenía nada ni nadie con quien jugar o compartir momentos divertidos.
De repente se le ocurrió una idea: ¿por qué no intentar unirse a los niños? Después de todo, si ellos podían ser tan felices juntos ¿por qué ella no podría hacer lo mismo? Sin pensarlo dos veces, Ana salió corriendo hacia el jardín y se acercó tímidamente a los pequeños.
Al principio estuvieron un poco sorprendidos pero luego aceptaron su presencia sin problemas. "¡Hola chicos! ¿Puedo jugar con ustedes?"- preguntó Ana tímidamente. Los niños la miraron unos segundos antes de responder:"¡Por supuesto! ¡Ven!"-Y así empezaron a jugar todos juntos.
Saltaban la cuerda, jugaban al escondite y corrían detrás del balón como si fueran el mejor equipo del mundo. Ana no podía creer lo divertido que estaba siendo todo y cómo había logrado olvidarse de sus problemas por un rato.
Pero entonces, justo cuando estaban jugando al "pilla-pilla", uno de los niños se tropezó y cayó al suelo. Ana corrió hacia él preocupada y lo ayudó a levantarse. El niño tenía una herida en la rodilla y parecía estar bastante lastimado.
"Oh no, ¿estás bien?"- preguntó Ana mientras le limpiaba la herida con un pañuelo. El niño asintió en silencio pero aún parecía dolerle mucho.
Entonces, sin pensarlo dos veces, Ana tomó el balón y le dijo a los demás:"Chicos, ¿por qué no vamos adentro para buscar algo para curar la herida? Yo conozco algunos trucos para hacer que sane más rápido"-Los niños aceptaron encantados y todos juntos entraron a la casa donde Ana trabajaba.
La chica les mostró cómo hacer una compresa fría con hielo y agua para reducir la inflamación de la rodilla del pequeño. Después de eso, todos se quedaron charlando durante un rato más antes de que fuera hora de irse a casa.
Los niños se despidieron emocionados prometiendo volver pronto para jugar otra vez con ella. Ana estaba feliz pero también sorprendida consigo misma: nunca antes había sido tan valiente como para salir de su zona de confort e intentar algo nuevo.
Y sin embargo allí estaba ella, habiendo pasado una tarde maravillosa gracias a esos chicos tan amables. A partir de ese día las cosas empezaron a cambiar para Ana.
Ya no se sentía tan triste y aburrida como antes, sino que cada vez que terminaba su trabajo en la casa corría al jardín trasero para jugar con los niños.
Se dio cuenta de que la felicidad no estaba en las cosas materiales o en el trabajo, sino en las relaciones humanas y en compartir momentos especiales con aquellos que queremos. Y así, gracias a esos pequeños amigos, Ana finalmente encontró la alegría que había estado buscando por tanto tiempo.
FIN.