El jardín de la generosidad



Había una vez una niña llamada Mariana, de 9 años, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de bosques. A Mariana le encantaba pasar sus días explorando la naturaleza y recolectando frutas deliciosas.

Un día soleado, mientras caminaba por el bosque con su cestita vacía, se encontró con un campesino hambriento sentado bajo un árbol. El campesino tenía una mirada triste en su rostro y parecía necesitar algo de comida.

Mariana se acercó tímidamente al campesino y le preguntó: "¿Estás bien? Pareces tener mucha hambre". El campesino suspiró y respondió: "Sí, pequeña. He trabajado duro en mi campo pero no he tenido suerte este año. No tengo nada para comer".

La bondadosa Mariana sintió compasión por el campesino y decidió ayudarlo. Sacó algunas frutas de su cestita y se las ofreció al hombre. El campesino agradecido aceptó las frutas con una sonrisa.

Después de comerse las frutas, el campesino miró a Mariana y le dijo: "Eres una niña muy generosa. Me has dado esperanza cuando más lo necesitaba". En ese momento, sacó unas semillas mágicas de su bolsillo y se las entregó a Mariana.

Mariana miraba asombrada las semillas brillantes en sus manos mientras el campesino explicaba: "Estas semillas tienen poderes especiales. Si plantas estas semillas en tu jardín con amor y cuidado, crecerán plantas mágicas que te darán frutas y verduras durante todo el año".

Mariana, emocionada por la idea de tener su propio jardín mágico, agradeció al campesino y corrió a casa para comenzar a plantar las semillas.

Siguiendo los consejos del campesino, preparó la tierra con cariño, regó las semillas todos los días y les hablaba dulcemente. Poco a poco, las semillas comenzaron a germinar y crecer. Mariana no podía creer lo que veía: hermosas plantas llenas de frutas y verduras de todos los colores.

Tenía tomates rojos como rubíes, zanahorias naranjas brillantes y manzanas jugosas. Con el tiempo, el jardín mágico se convirtió en un lugar especial para Mariana. Pasaba horas cuidando sus plantas mientras aprendía sobre la importancia de la paciencia, el amor y la dedicación.

Un día, mientras estaba en su jardín mágico, Mariana escuchó risas provenientes del bosque. Se acercó sigilosamente y vio al campesino junto con otros niños del pueblo disfrutando de las frutas deliciosas que había cultivado.

Mariana sonrió orgullosa al ver cómo su generosidad había inspirado a otros a ayudarse mutuamente. Desde ese día en adelante, compartió las semillas mágicas con todos los habitantes del pueblo para que también pudieran tener sus propios jardines llenos de comida nutritiva.

Y así fue como Mariana enseñó una valiosa lección sobre compartir y ayudar a los demás.

Su jardín mágico se convirtió en un símbolo de esperanza y solidaridad en el pueblo, donde todos aprendieron que la generosidad puede cambiar vidas y hacer del mundo un lugar mejor.

FIN.

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