El jardín de la generosidad


Benicio, Catalina y Felicitas eran tres hermanitos humildes que vivían en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Su madre trabajaba duro como costurera para mantenerlos a todos, pero no siempre era suficiente.

Un día, mientras caminaban por el bosque cercano a su casa, encontraron una caja abandonada. Al abrir la caja descubrieron que estaba llena de semillas de flores. - ¡Miren lo que encontré! - exclamó Benicio emocionado. - ¿Qué es eso? - preguntó Catalina curiosa.

- Son semillas de flores - respondió Benicio con una sonrisa en su rostro. Los tres hermanos decidieron plantar las semillas en el jardín detrás de su casa.

Cuidaron las plantas con mucho amor y dedicación hasta que finalmente comenzaron a crecer. Un día, mientras regaban las plantas, notaron que algunas estaban marchitas y necesitaban más agua. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que no tenían suficiente agua para todas las plantas.

- Chicos, tenemos un problema - dijo Catalina preocupada. - ¿Qué pasa? - preguntó Felicitas. - No tenemos suficiente agua para todas las plantas - explicó Catalina. Benicio pensó por un momento y luego tuvo una idea brillante: podrían recolectar agua de lluvia para regar sus plantas.

Así fue como construyeron un recolector de agua casero y solucionaron su problema. Con el tiempo, las flores crecieron hermosas y llamativas.

La gente del pueblo comenzó a notarlas y pronto los hermanos fueron conocidos como los dueños del jardín más bello de la zona. Un día, un hombre rico se acercó a ellos y les ofreció comprar su jardín por una gran cantidad de dinero.

Los hermanos discutieron entre ellos y finalmente llegaron a la conclusión de que no querían vender su jardín. Decidieron compartir su belleza con todos los habitantes del pueblo en lugar de quedárselo para sí mismos.

La gente comenzó a visitar el jardín todos los días y los hermanitos humildes se convirtieron en héroes locales. Aprendieron que el trabajo duro, la creatividad y la generosidad pueden llevarlos tan lejos como quieran llegar.

Desde entonces, Benicio, Catalina y Felicitas siguieron plantando flores y compartiendo su amor por la naturaleza con todos aquellos que quisieran verla. Y así fue como lograron convertir su pequeño mundo en un lugar mucho más hermoso para vivir.

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