El Jardín de la Igualdad
En un colorido pueblo llamado Arcoíris, todos los días eran una celebración de la diversidad. Sin embargo, un día, los habitantes notaron que algunas flores en el Jardín de la Igualdad empezaron a marchitarse. Las flores representaban a todos los habitantes del pueblo: las violetas eran las mujeres, los girasoles los hombres, y las margaritas los miembros de la comunidad LGBTQ. Todos se preguntaban qué estaba sucediendo.
La abuela Rosa, una sabia anciana del pueblo, decidió organizar una reunión. "Queridos amigos, necesitamos entender por qué nuestras flores se marchitan. La igualdad y la diversidad son la esencia de nuestro jardín".-
Los habitantes, curiosos, se reunieron en la plaza. La abuela, con su voz cálida, continuó: "Creo que hemos olvidado lo que significa ser realmente iguales. Debemos unirnos, escuchar y cuidarnos mutuamente, como lo hacen las flores en el jardín".-
De pronto, un niño llamado Lucas levantó la mano. "Yo vi a algunos amigos tratando de jugar, pero no los dejaron porque eran diferentes. Eso me pone triste".- La abuela le sonrió, "Ese es un buen punto, Lucas. Necesitamos encontrar una solución juntos".-
Entonces, la abuela propuso un plan: "Haremos un Festival de la Igualdad, donde todos puedan brillar y ser quienes son. Necesitaremos la ayuda de todos, porque solo unidos podremos revivir las flores".-
Los habitantes estaban emocionados. Con la ayuda de Amnistía Internacional, ONU Mujeres y algunos activistas del pueblo, comenzaron a organizar el festival. La idea era crear espacios donde todo el mundo pudiera compartir sus historias y talentos.
El gran día llegó, con globos de colores y música en el aire. Las violetas de las mujeres exhibían su arte, los girasoles hacían demostraciones de talento culinario, y las margaritas preparaban obras de teatro sobre la igualdad. ¡Hasta los pastores de ovejas se unieron y organizaron un campeonato de fútbol inclusivo!
Durante el festival, todos se tomaron de las manos y formaron un círculo gigante en el centro del jardín.
"¡El Jardín de la Igualdad florecerá nuevamente!"-, gritó una joven llamada Paula.
De repente, todos se miraron: "¿Y si al final del día, compartimos un abrazo que represente nuestra unidad e igualdad?"-, sugirió otra voz. Todos estuvieron de acuerdo.
Al caer la tarde, los habitantes hicieron una gran cadena humana y se abrazaron, sintiendo el calor de la aceptación y el amor. Las flores, alimentadas por esa energía positiva, comenzaron a revitalizarse, mostrando sus colores más vibrantes.
"¡Lo logramos!"-, exclamó Lucas, saltando de alegría. "Gracias, Abuela Rosa, por enseñarnos la importancia de cuidar nuestro jardín".-
"Recuerden, pequeños, que la igualdad no es solo un día de celebración. Es un compromiso diario"-, respondió la abuela con una sonrisa.
Desde ese día, el pueblo de Arcoíris se transformó en un lugar donde la igualdad siempre florecía. Ahora, no solo disfrutaban de la belleza del jardín, sino que también cuidaban de cada flor, haciendo del mundo un lugar mejor para todos.
FIN.