El Jardín de la Lealtad
En un pequeño pueblo llamado Florentina, había un jardín mágico donde crecían las flores más hermosas del mundo. Este jardín era cuidado por dos amigos inseparables: la mariposa Lina y el conejito Tito. Juntos pasaban horas jugando, explorando y cuidando de las plantas que tanto amaban.
Un día, mientras jugaban cerca del arroyo, Lina tuvo una idea brillante.
"Tito, ¿qué te parece si hacemos una fiesta para celebrar nuestro jardín?" -propuso Lina, extendiendo sus alas coloridas.
"¡Sí, eso sería increíble! Pero necesitamos invitar a nuestros amigos animales", respondió Tito mientras saltaba emocionado.
Los dos amigos se pusieron manos a la obra. Invitaron a todos los habitantes del bosque: los pájaros, las ranas, los erizos y hasta al viejo búho. Todo estaba casi listo para la gran fiesta, hasta que un día apareció el travieso zorro Zuri.
"Hola, amigos. ¿Qué hacen tan felices?" -preguntó Zuri con una suave sonrisa.
"¡Estamos organizando una fiesta para celebrar nuestro jardín!" -gritó Lina, emocionada.
"Eso suena divertido... ¿puedo ayudar?" -preguntó el zorro.
Lina y Tito se miraron. No estaban seguros de si debían confiar en él, pero decidieron darle una oportunidad. Hasta ese momento nunca habían visto a Zuri en situaciones buenas.
Zuri se comprometió a llevar frutas frescas para la fiesta y partió con una pizca de entusiasmo. Pero pasaron las horas y no regresaba.
"No me gusta esto, Tito. Deberíamos ir a buscarlo" -dijo Lina, un poco preocupada.
"Tal vez se ha retrasado. Es un poco desorganizado, ¿no?" -respondió Tito, tratando de calmarla.
Sin embargo, la mariposa sintió que algo no estaba bien y decidió volar en su busca. Con su vuelo ligero, encontró al zorro cerca del bosque, pero no estaba solo. Zuri había llenado su cesta con las frutas más deliciosas, sin pedir permiso a los árboles y sin avisar a los amigos que cuidaban el jardín.
"¿Zuri? ¡¿Qué estás haciendo?" -preguntó Lina, sorprendida.
"Solo estoy ayudando, Lina. ¡Mira cuántas frutas tengo!" -dijo Zuri, orgulloso.
"Pero no es correcto tomar sin pedir. Eso no es leal ni justo para los demás" -respondió Lina, algo enojada.
El zorro se rió, pero a Lina no le hizo gracia. Regresó corriendo con Tito, preocupada.
"Zuri no fue leal. Tomó frutas del bosque sin preguntar", confesó Lina angustiada.
"Pero eso va en contra de lo que hemos aprendido, Lina. La lealtad es demostrar amor y respeto hacia nuestros amigos" -dijo Tito, tratando de encontrar una solución.
Decidieron hablar con Zuri y explicarle lo que había hecho, aunque sentían miedo de lo que podría pasar.
Al día siguiente, se acercaron al zorro.
"Zuri, tenemos que hablar..." -comenzó Tito.
"¿Qué pasa?" -respondió Zuri, sintiéndose un poco incómodo.
Lina, con el corazón en la mano, le explicó.
"El amor se muestra siendo leales, y lo que hiciste no lo fue. No podemos festejar si no hay respeto en nuestro jardín" -dijo Lina, manteniendo su mirada firme.
"Lo siento, no pensé que estaría mal. No volverá a suceder", dijo Zuri, sintiéndose un poco avergonzado.
"¿Podrías ayudarnos a reparar lo que hiciste? Podemos trabajar juntos y pedir perdón a los árboles" -propuso Tito, con una sonrisa amable.
Zuri se sintió aliviado al saber que había una oportunidad para enmendar su error. Juntos, fueron a cada árbol.
"Lo siento, hemos aprendido que la lealtad es tan importante como el amor y respeto" -dijo Zuri mientras les ofrecía frutas a los árboles.
Los árboles, entendiendo que todos cometemos errores, aceptaron su pedido de perdón.
Finalmente, el día de la fiesta llegó. Todos los habitantes del bosque estaban felices de reunirse y celebrar en el jardín de Lina y Tito. Zuri, ahora, era parte de la celebración, llevando su asistencia con gran lealtad.
"Gracias por darme una segunda oportunidad, ¡espero ser un buen amigo!" -exclamó Zuri, bailando joyosamente.
La fiesta fue un éxito, llena de risas, música y flores hermosas. Lina, Tito y Zuri aprendieron que la verdadera lealtad no solo se basa en las acciones, sino también en el amor y el respeto que se dan a los demás. Desde ese día, se volvieron amigos inseparables, compartiendo sus aventuras y cuidando de su maravilloso jardín juntos.
Y así, el jardín de la lealtad floreció, no solo con flores, sino con la amistad verdadera que solo se construye con amor, respeto y lealtad.
FIN.