El jardín de la paciencia


Era un día soleado en la escuela "Rincón de Saber", donde la profesora Eugenia, cariñosamente conocida como Euge, impartía clases alegremente a sus alumnos.

Euge era famosa por ser extremadamente dulce y comprensiva con todos los niños, lo que la convertía en la favorita de muchos. "Buenos días, mis queridos alumnos", saludó Euge con su característica sonrisa radiante mientras entraban al aula. Los niños respondieron entusiasmados y se sentaron en sus pupitres, listos para comenzar el día.

Pero algo era diferente en Euge ese día. Tenía una chispa especial en los ojos y una sonrisa aún más grande de lo habitual.

"¡Buenos días, maestra Euge! ¿Por qué hoy estás tan feliz?", preguntó Martín, uno de los estudiantes más curiosos del salón. Euge se agachó frente a Martín y le dijo en voz baja: "Hoy es un día muy especial porque vamos a tener una sorpresa increíble al final de la clase".

Los niños se miraron emocionados, intrigados por lo que podría ser esa sorpresa misteriosa. La clase transcurrió con normalidad mientras Euge enseñaba matemáticas y lectura de cuentos clásicos. Los niños estaban ansiosos por descubrir qué les esperaba al final.

Finalmente, llegó el momento tan esperado. Euge pidió a todos que cerraran los ojos y extendieran las manos. Con cada niño sosteniendo algo entre sus dedos, les indicó que podían abrir los ojos.

Para sorpresa de todos, ¡eran semillas! Cada niño tenía una semilla diferente en sus manos: girasol, calabaza, tomate y muchas más. "Hoy vamos a plantar estas semillas juntos", anunció Euge con emoción. "Vamos a cuidarlas y verlas crecer hasta convertirse en hermosas plantas".

Los niños no podían contener su alegría ante esta actividad tan especial. Salieron al patio de la escuela junto con Euge y comenzaron a preparar la tierra para plantar las semillas.

Cada niño tuvo su propio espacio para sembrar su semilla con cuidado y amor. Con el paso de los días, los niños regaban las plantitas con dedicación y observaban maravillados cómo crecían poco a poco bajo el sol brillante. Aprendieron sobre paciencia, responsabilidad y el milagro del crecimiento de las plantas.

Finalmente, las pequeñas plantitas florecieron en hermosas flores coloridas y frutos maduros. Los niños estaban felices de haber sido parte de este proceso maravilloso junto con su amada maestra Euge.

Ese día quedó marcado en sus corazones como una lección inolvidable sobre el cuidado de la naturaleza y cómo trabajar juntos puede traer resultados maravillosos.

Y así fue como la dulzura y bondad de la profesora Eugenia inspiraron a sus alumnos a cultivar no solo plantas, sino también valores positivos que perdurarían toda la vida.

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